Juanita y sus aventuras en Tiwanaku



Era una mañana soleada en Argentina cuando Juanita, una curiosa niña de diez años, decidió que había llegado el momento de explorar el mundo más allá de su barrio. Siempre había soñado con conocer lugares mágicos y llenos de historia, y esa mañana decidió que su destino sería Tiwanaku, un antiguo sitio arqueológico de Bolivia, conocido por sus impresionantes construcciones y la rica cultura de los pueblos que allí habitaron.

Con un mapa en mano, y una mochila llena de provisiones, Juanita se puso en marcha. "No sé exactamente cómo llegar, pero sé que tengo que seguir el camino del sol!"- dijo entusiasmada, recordando las historias que su abuela le contaba sobre las antiguas civilizaciones.

Después de un viaje largo, Juanita finalmente llegó a Tiwanaku. Sus ojos se iluminaron al ver las majestuosas piedras talladas y los enormes monolitos que parecían contar historias de tiempos lejanos. "¡Esto es increíble!"- exclamó.

Mientras exploraba, se topó con un grupo de niños locales que jugaban cerca de la puerta del sol. Juanita se acercó a ellos con una gran sonrisa. "¡Hola! Soy Juanita. ¿Puedo jugar con ustedes?"-

Los niños la miraron con curiosidad. "Claro, pero primero tienes que aprender nuestra canción. ¡Es importante para nosotros!"- respondió uno de los chicos, llamado Yami.

Con un poco de esfuerzo, Juanita aprendió la canción que hablaba sobre la importancia de cuidar la tierra y el agua. "¡Lo tengo!"- dijo orgullosa, mientras los otros niños reían y aplaudían. Después de un rato de juegos, decían que era momento de un descanso.

"¿Sabían que estas construcciones son muy antiguas y que llegaron hasta aquí a través del trabajo de muchas manos?"- preguntó Juanita.

"Sí, y algunas personas creen que son mágicas!"- contestó otra niña llamada Lila con los ojos bien abiertos. "Dicen que si te sientas en la cima de la pirámide y pides un deseo, se puede hacer realidad."-

Intrigada, Juanita decidió subir a la pirámide. Al llegar a la cima, se sentó y miró el horizonte. "Voy a pedir un deseo... quiero que siempre haya niños que puedan jugar y aprender en este lugar hermoso"- murmuró.

Cuando descendió, los niños la estaban esperando con un gran mapa antiguo. "Esto es un mapa del mundo precolombino. ¿Te gustaría explorarlo?"- preguntó Yami emocionado.

"¡Sí!"- contestó Juanita. "Quiero aprender más sobre cómo vivían y qué hacían"-.

Los niños le explicaron sobre las tradiciones, los cultivos y las creencias de sus antepasados. Juanita escuchaba atentamente y tomaba notas en su cuaderno. Pero, de repente, algo llamó su atención. Al fondo, se podía ver un pequeño arroyo que parecía desbordarse.

"¿Eso es normal?"- preguntó inquieta.

"No, a veces las lluvias lo desbordan y puede causar problemas"- contestó Lila.

Juanita pensó que podían hacer algo. "¡Podemos ayudar! Vamos a construir un pequeño muro con piedras para que el agua no se desborde tanto!"- sugirió.

Los niños la miraron sorprendidos, pero se unieron a ella. Pasaron la tarde trabajando juntos, recogiendo piedras y organizando el pequeño muro. Al finalizar, estaban exhaustos pero felices.

"¡Miren lo que hicimos!"- exclamó Juanita, señalando la obra colectiva.

Cuando regresó a la cima de la pirámide para observar el arroyo, se dio cuenta de que había aprendido no solo sobre las civilizaciones antiguas, sino también sobre la importancia de trabajar en equipo y cuidar el mundo que las rodea.

"Esto fue una gran aventura, y no solo vi cosas maravillosas, sino que también hice nuevos amigos y ayudé a mi comunidad"- pensó Juanita, sonriendo mientras el sol se ocultaba en el horizonte.

Al despedirse, sus nuevos amigos le dieron un pequeño regalo: una piedra tallada de Tiwanaku. "Que te recuerde siempre nuestras historias y la importancia de cuidar nuestro hogar"- le dijo Yami.

"¡Lo haré!"- respondió Juanita, con su corazón lleno de alegría y emoción por lo vivido.

Mientras regresaba a casa, sabía que había adquirido no solo recuerdos, sino también un compromiso de ser una guardiana de la naturaleza y la historia donde quiera que fuera. A partir de ese día, Juanita se convirtió en una pequeña defensora del medio ambiente en su barrio, compartiendo lo aprendido con todos sus amigos y familia, y soñando con nuevas aventuras por descubrir.

FIN.

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