Juanito and Tomás


Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde todos los años se celebraba el aniversario de la comunidad.

Este evento era muy esperado por los niños del lugar, ya que se instalaban juegos mecánicos y atracciones que llenaban de risas y diversión a todos. Sin embargo, había un niño llamado Juanito que no podía disfrutar de estos juegos como los demás.

Juanito provenía de una familia humilde y no tenía dinero para subirse a las atracciones. Mientras veía cómo sus amigos se divertían sin parar, él permanecía sentado en un banco observando con tristeza. Un día soleado, mientras Juanito miraba desde lejos a sus amigos montarse en el carrusel, alguien se acercó a él.

Era Tomás, un niño nuevo en el pueblo que también estaba solo observando sin poder jugar. - ¡Hola! ¿Por qué estás aquí solito? - preguntó Tomás con curiosidad.

Juanito bajó la cabeza avergonzado y respondió: - No tengo dinero para subirme a los juegos... soy muy pobre. Tomás sonrió amablemente y dijo: - No te preocupes amigo, yo tampoco tengo dinero. Pero sé cómo podemos divertirnos juntos.

Intrigado por las palabras de Tomás, Juanito levantó la mirada con esperanza en sus ojos. Los dos niños comenzaron a caminar por el parque hasta llegar al puesto de algodón de azúcar. - ¿Te gusta el algodón dulce? - preguntó Tomás emocionado.

Juanito asintió con una sonrisa tímida y respondió: - Sí, pero nunca he probado uno. Tomás compró un algodón de azúcar y lo compartió con su nuevo amigo.

Los dos se sentaron en el césped y disfrutaron del dulce sabor mientras veían a los demás niños jugar. - ¿Sabes qué? - dijo Tomás con entusiasmo - Podemos crear nuestros propios juegos. No necesitamos dinero para divertirnos. Juanito miró a Tomás con curiosidad, sin entender muy bien cómo podrían hacer eso.

Pero estaba dispuesto a intentarlo. Los dos amigos comenzaron a imaginar diferentes actividades que podrían hacer juntos. Decidieron jugar al escondite entre los árboles, construir castillos de arena en la playa cercana y organizar carreras de bicicletas por el pueblo.

A medida que pasaban los días, Juanito se dio cuenta de que no necesitaba subirse a las atracciones para ser feliz. La verdadera diversión estaba en compartir momentos especiales con alguien que le importaba.

El día del aniversario de la comunidad llegó nuevamente, pero esta vez Juanito no se sentía triste ni excluido. Había encontrado un amigo maravilloso en Tomás y sabía que siempre estarían juntos para divertirse sin importar las circunstancias económicas.

Mientras observaban desde lejos las risas y alegrías de los demás niños, Juanito tomó la mano de Tomás y dijo: - Gracias por enseñarme que la verdadera diversión está en la amistad y en compartir momentos especiales juntos.

Tomás sonrió ampliamente y respondió: - ¡Eso es lo más importante! Juguemos nuestro propio juego ahora mismo: "La búsqueda del tesoro".

Y así fue como Juanito y Tomás corrieron juntos hacia un nuevo día de aventuras, creando su propia diversión y aprendiendo que el verdadero valor no reside en las cosas materiales, sino en la amistad y la imaginación. Desde aquel momento, Juanito nunca más se sintió solo o excluido.

Sabía que siempre tendría a Tomás a su lado para hacer de cada día una nueva aventura llena de risas y alegrías. Y así, los dos amigos continuaron jugando y explorando juntos, demostrando que la felicidad verdadera se encuentra en los momentos compartidos con aquellos que nos importan.

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