Juanito y el Pozo Sin Fin



En la jungla, donde las hojas susurraban secretos y el sol filtraba su luz dorada entre las ramas, vivía un mono muy travieso llamado Juanito. Siempre estaba saltando, riendo y disfrutando de la vida. Pero había un pequeño problema: su mejor amigo, un gorila llamado Pedro, tenía una extraña afición por lanzar bananas.

Un día soleado, mientras Juanito se columpiaba de rama en rama, escuchó un grito.

"¡Hola, Juanito!" - gritó Pedro desde abajo, sosteniendo un racimo de bananas.

Juanito se asomó y vio a Pedro con una gran sonrisa y muchas bananas en las manos. "¿Qué planeás hacer con eso, Pedro?"

"Voy a mejorar tu agilidad, amigo. ¡Mirá!" - respondió Pedro mientras lanzaba una banana hacia Juanito. Pero, ¡sorpresa! Juanito no se percató y la banana lo golpeó justo en la cabeza.

"¡Ay! ¡Peter, eso duele!" - exclamó entre risas, mientras intentaba no caerse de la rama.

"Lo sé, lo sé... Pero tenés que esquivarlas, Juanito. ¡Es parte del juego!" - dijo Pedro, riendo a carcajadas.

Así comenzó el peculiar entrenamiento de Juanito. A medida que Pedro arrojaba un montón de bananas, Juanito debía saltar, girar y escabullirse para no caer. Sin embargo, detrás de las risas y travesuras, había algo más: un enorme pozo sin fin al que Juanito temía caer.

Un día, mientras Pedro lanzaba bananas más rápido que nunca, Juanito gritó:

"¿Y si me caigo al pozo? ¡No quiero caerme!"

"¡Confía en tus habilidades, Juanito! ¡Esquivar es la clave!" - respondió Pedro, animándolo.

Pero uno de esos días, en una jugada desafortunada, mientras Juanito estaba enfocado en una banana volando hacia él, tropezó y ¡plaf! Tropezó y cayó. El mundo se volvió negro y sintió que se deslizaba…

Para su sorpresa, no había ninguna caída sino un suave aterrizaje en un colchón de hojas. Al tomar conciencia, se dio cuenta que era un pequeño claro lleno de variadas frutas y amigos desconocidos que nunca había visto. Un ave colorida lo miró y dijo:

"¡Hola! Bienvenido a la Tierra de las Sorpresas. Aquí no hay peligro, solo diversión y sorpresas en cada esquina."

"¡Esto es increíble!" - murmuró Juanito, mirando a su alrededor.

Pero de repente, recordó que debía regresar a su hogar y a su amigo Pedro. "¿Cómo puedo volver?" - preguntó a la ave.

"Debes aprender que, a veces, las caídas son parte del camino. Pero si realmente deseás regresar, necesitás encontrar el camino que lleva de vuelta, basado en los aprendizajes. Recuerda "cuidado con caer, pero sin dejar de jugar"."

Y así, Juanito comenzó su búsqueda. Con cada paso que daba, aprendía algo nuevo sobre la importancia de la agilidad y la concentración. Se dio cuenta de que esas lecciones ya las había aprendido en sus juegos con Pedro. Finalmente, logró encontrar una ruta que lo llevó de vuelta a la jungla, donde Pedro todavía lo esperaba con un pequeño brillo en sus ojos.

"¡Juanito! ¿Dónde estuviste?" - exclamó Pedro.

"¡Fui a la Tierra de las Sorpresas! Y aprendí que caer no es el fin. Es solo un nuevo inicio. Te prometo que la próxima vez, ¡esquivaré como un campeón!" - dijo, sonriendo.

Desde ese día, Juanito no solo esquivaba bananas, sino que también compartía sus aprendizajes con otros animales de la jungla. Y aunque a veces tropezaba, siempre se levantaba con una sonrisa y un nuevo cuento que contar.

"Nunca dejen de jugar, porque así se aprenden las mejores lecciones" - decía siempre a sus amigos, recordándoles que los caminos pueden ser difíciles, pero cada caída también trae consigo una nueva oportunidad para levantarse, aprender y seguir adelante.

Y así, en la jungla, con risas, bananas volando y un espíritu indomable, Juanito y Pedro demostraron a todos que la amistad y el aprendizaje van de la mano.

Fin.

FIN.

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