Juanito y la olla de oro generosa


Había una vez en un pequeño pueblo al pie de la montaña, un niño llamado Juanito que siempre había soñado con encontrar una olla llena de oro.

Un día, escuchó a los lugareños hablar sobre la cascada de Peguche y la paila mágica que se encontraba en su fondo, custodiada por un demonio. Juanito, emocionado por la idea de hacerse rico, decidió emprender el peligroso viaje hacia la cascada.

Con valentía y determinación, se adentró en el bosque hasta llegar al imponente lugar donde caían las aguas cristalinas de la cascada. Al acercarse a la base de la cascada, vio una cueva oculta detrás del velo de agua.

Sin pensarlo dos veces, se adentró en ella y se encontró cara a cara con el demonio. El demonio era grande y temible, pero Juanito recordó las historias que su abuelita le contaba sobre cómo enfrentar los desafíos con inteligencia.

"¿Qué deseas aquí, humano atrevido?", gruñó el demonio. Juanito tragó saliva y respondió con valentía: "Deseo la olla llena de oro que dicen está en el fondo de esta cascada". El demonio sonrió maliciosamente y le dijo: "Para obtenerla deberás superar tres pruebas.

La primera es encontrar una llave dorada entre las rocas afiladas del río". Sin dudarlo, Juanito aceptó el desafío y se lanzó al río turbulento. Después de buscar arduamente entre las rocas afiladas, finalmente encontró la llave dorada brillando bajo el agua.

"Has superado la primera prueba", dijo el demonio sorprendido. La segunda prueba consistía en resolver un acertijo complicado para abrir una puerta misteriosa que lo llevaría a la siguiente etapa.

Gracias a su ingenio y astucia, Juanito logró descifrar el acertijo y abrir la puerta mágica. Por último, llegó la tercera prueba: demostrar su generosidad compartiendo parte del tesoro con alguien necesitado.

Juanito no lo dudó ni un segundo y decidió repartir parte del oro entre los habitantes más humildes del pueblo. Al ver este gesto desinteresado, el demonio quedó impresionado por la nobleza de Juanito y le entregó no solo la olla llena de oro sino también una gema preciosa como recompensa por su bondad.

Con su corazón lleno de alegría y gratitud, Juanito regresó al pueblo convertido en un héroe admirado por todos.

Aprendió que no solo se trata de buscar riquezas materiales sino también ser generoso y valiente ante los desafíos que nos presenta la vida. Y así, gracias a su coraje e ingenio, Juanito vivió feliz para siempre compartiendo sus tesoros con quienes más lo necesitaban.

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