Juanito y la verdad en la panadería


Había una vez un niño llamado Juanito que vivía cerca de la panadería de su abuela. Todos los días, después de la escuela, iba a visitarla y disfrutaba mucho ayudándola en el negocio.

La abuela de Juanito era famosa por hacer las galletitas más deliciosas de todo el barrio. Tenían un sabor dulce y crujiente que hacía agua la boca a cualquiera. Las personas venían de lejos solo para probarlas.

Un día, mientras la abuela estaba ocupada preparando las galletitas en el horno, unos ratoncitos traviesos entraron sigilosamente en la panadería. Atraídos por el aroma irresistible, se acercaron a las bandejas llenas de galletitas recién horneadas.

Cuando Juanito regresó de la escuela y vio lo ocurrido, no pudo resistirse a probar una galletita. ¡Eran tan tentadoras! Sin embargo, al darse cuenta de que algunos ratoncitos estaban cerca, tuvo una idea muy traviesa: decidió culparlos para evitar ser descubierto.

"¡Mamá! ¡Papá!" exclamó Juanito corriendo hacia ellos. "¡Hay ratones en la panadería de la abuela! Están comiendo todas sus deliciosas galletitas". Sus padres se alarmaron y decidieron ir inmediatamente a investigar.

Cuando llegaron allí junto con Juanito, encontraron evidencia clara del paso de los ratones: pequeñas huellas diminutas en las bandejas vacías. "¡Lo sabía!" dijo Juanito triunfante. "Les dije que eran los ratones". La abuela, triste por la pérdida de sus galletitas y preocupada por su negocio, decidió buscar una solución.

Investigó en Internet y encontró un método amigable para alejar a los ratoncitos sin lastimarlos. Al día siguiente, la abuela colocó unas trampas humanitarias alrededor de la panadería.

Estas no dañaban a los ratones, simplemente los atrapaban para luego liberarlos lejos del lugar. Juanito se sintió culpable por haber acusado injustamente a los pequeños roedores. Sabía que había hecho algo malo y quería corregirlo. Decidió hablar con su abuela sobre lo ocurrido. —"Abuelita" , dijo Juanito avergonzado.

"Fui yo quien comió las galletitas, no fueron los ratones". La abuela sonrió comprensivamente y le dio un cálido abrazo a su nieto. "Juanito, todos cometemos errores", dijo ella.

"Lo importante es aprender de ellos y ser valientes para admitir nuestras faltas". Juanito aprendió una gran lección ese día: nunca debía culpar injustamente a otros para evitar enfrentar las consecuencias de sus acciones.

En lugar de eso, decidió ayudar a su abuela a hacer más galletitas deliciosas para compensar las que se habían perdido. Juntos trabajaron duro en la cocina durante días hasta que lograron recuperar el sabor único de las famosas galletitas. Desde aquel día, Juanito siempre fue honesto consigo mismo y con los demás.

Aprendió que la verdad siempre prevalece y que es mejor enfrentar las consecuencias de nuestros actos que tratar de evadirlas.

Y así, la panadería de la abuela volvió a ser conocida por sus galletitas deliciosas, pero esta vez con un ingrediente especial: la sabiduría y el coraje de Juanito.

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