Juanito y la Vieja del Bosque
Había una vez un niño llamado Juanito, un pequeño travieso que no disfrutaba ir a la escuela ni hacer sus deberes. Siempre ignoraba lo que su mamá le decía, porque prefería jugar en lugar de estudiar. Un día, cansado de todo, decidió escaparse de casa.
"¡Hoy voy a explorar el bosque!" - gritó Juanito con emoción mientras salía por la puerta.
No le dijo nada a su mamá y se adentró en el frondoso bosque que había cerca de su casa. El sol brillaba y los pájaros cantaban, pero pronto se sintió abrumado por la angustia de estar solo.
Al poco tiempo, Juanito se dio cuenta de que se había perdido. No sabía cómo volver a casa y la diversión se convirtió en miedo. Comenzó a llorar.
"¡Mamá! ¡Ayúdame!" - gritó, pero la única respuesta fue el susurro del viento entre los árboles.
Mientras tanto, la mamá de Juanito estaba en casa, preocupada porque no lo veía. Al no encontrarlo, decidió salir a buscarlo.
"¡Juanito! ¡Juanito! ¿Dónde estás?" - llamaba con angustia. Su voz resonaba en el bosque, y, de repente, Juanito la escuchó.
"¡Mamá, estoy aquí!" - respondió, secándose las lágrimas. La alegría de escucharlo hizo que su mamá corriera hacia su voz.
Pero en el camino, una viejita de aspecto extraño apareció. Tenía una mirada malvada y labios delgados.
"¿Qué haces aquí, niño?" - preguntó la viejita, sonriendo de forma siniestra. "No deberías estar solo en el bosque… podrías ir a un lugar muy peligroso".
"Pero me perdí..." - dijo Juanito, asustado.
"Oh, no te preocupes, puede que te ofrezca algo para comer..." - se acercó ella, apareciendo cada vez más inquietante. "Ven aquí, tengo galletitas deliciosas".
Juanito recordó las advertencias de su madre sobre no hablar con extraños, así que se hizo el valiente.
"No, gracias. Estoy esperando a mi mamá" - dijo con firmeza.
La viejita frunció el ceño al escuchar esto.
"Ah, pero no te puedo dejar ir tan fácilmente. Tú, niño desobediente, no escuchaste a tu madre, ¿verdad?" - dijo con desdén.
En ese instante, Juanito sintió que el peligro era real. La viejita intentó apresarlo, pero él corrió sin mirar atrás.
Los gritos de su mamá sonaban más cerca y eso le dio fuerzas para seguir corriendo. Entonces, en un giro inesperado, se dio cuenta de una clara senda que lo llevaría de vuelta a casa.
Corrió tan rápido como su pequeña piernas le permitían, hasta que finalmente vio la figura de su mamá acercándose entre los árboles.
"¡Juanito!" - la mamá lo abrazó fuertemente, asustada, pero aliviada de encontrarlo. "¿Por qué te fuiste? ¡Te estuve buscando!"
"Lo siento, mamá. Solo quería jugar…" - dijo Juanito entre lágrimas. "No debí desobedecerte".
La viejita mala, al ver que Juanito estaba a salvo, se transformó en humo y desapareció en el aire.
Juanito, temblando, se volvió hacia su madre.
"Prometo que nunca más desobedeceré. Aprendí que es importante hacer caso y estar seguro".
"Así es, hijo. Te lo dije muchas veces. A veces, necesitamos aprender las cosas de la manera más difícil" - murmuró su mamá con ternura. "Siempre estaré aquí para protegerte, pero también necesitas saber ser responsable".
Desde ese día, Juanito se volvió un niño más obediente. Ya no escapaba al bosque sin permiso y comenzaba a hacer sus tareas y a estudiar. Aprendió que la desobediencia podía llevarlo a situaciones peligrosas.
Además, cada vez que recordaba la experiencia vivida, miraba las aventuras del bosque con respeto, sabiendo que la verdadera aventura estaba en aprender y en mantenerse a salvo. Y así, Juanito vivió feliz, con su mamá siempre cuidándolo y enseñándole a ser valiente y responsable.
FIN.