Juantoo y el Misterio de las Luciérnagas
En un hermoso día soleado en el jardín, Juantxo, la pequeña lagartija de color verde azulada y con el lomo ocre, estaba explorando cada rincón. Sus amigos, las hormigas, los grillos y hasta las mariposas, lo acompañaban en sus aventuras diurnas.
"Hoy voy a buscar el rincón más soleado del jardín!" - exclamó Juantxo.
Mientras trepaba una planta hacia un pequeño arbusto, se encontró con su amiga la mariposa.
"¡Hola, Juantxo! ¿A dónde vas hoy?" - preguntó volando despreocupadamente.
"¡A encontrar el lugar más cálido y lleno de luz!" - respondió con entusiasmo.
Después de pasar el día explorando, Juantxo decidió que era hora de regresar a su casita, donde cada noche miraba las estrellas brillar.
"Esas estrellas brillan tan fuerte, ¡me encantan!" - comentó mirando hacia arriba.
Pero esa noche, mientras contemplaba el cielo, sintió una punzada de curiosidad.
"¿Qué habrá ahí afuera en la oscuridad?" - se preguntó a sí mismo.
Decidido a descubrirlo, Juantxo se armó de valor y salió de su refugio bajo la luz de la luna. Al principio, se sintió un poco asustado, ya que la noche era muy diferente a lo que estaba acostumbrado. Sin embargo, pronto se dio cuenta de algo brillante en el aire.
"¿Qué será eso?" - dijo asombrado. Se acercó y descubrió que eran luciérnagas que danzaban en la oscuridad. Sus luces parpadeantes lo hipnotizaban.
"¡Hola!" - saludó Juantxo a las luciérnagas. "¿Pueden enseñarme a brillar como ustedes?" - con los ojos llenos de emoción.
Una luciérnaga, cuyo nombre era Lía, se acercó a él.
"¡Claro, Juantxo! Pero nuestro brillo es un regalo de la noche. ¿Por qué no disfrutas de nuestra danza en lugar de querer brillar?" - le explicó con una sonrisa.
Juantxo, intrigado, decidió seguir a Lía mientras ella volaba entre los arbustos y las flores nocturnas. Pronto se unieron más luciérnagas a la danza, creando un espectáculo de luces.
"Esto es maravilloso!" - gritó Juantxo, moviéndose de aquí para allá.
El pequeño grupo se aventuró más lejos hasta un campo lleno de flores. Juantxo comenzó a notar que podía hacer algo especial en la oscuridad: observar desde una nueva perspectiva.
"¡Miren! ¡La luna ilumina este espectáculo de una manera increíble!" - les dijo, señalando hacia el cielo.
Pero de repente, Juantxo se dio cuenta de que se había alejado demasiado de su casa y que no sabía el camino de regreso.
"¡Oh no!" - exclamó con preocupación. "¿Qué haré ahora?"
"No te preocupes, nosotros te ayudaremos!" - dijo Lía, oscilando su luz para guiarlo. "Solo sigue nuestras luces, y te llevaremos de vuelta."
Así, las luciérnagas comenzaron la danza hacia el camino del hogar. Juantxo las siguió, aprendiendo a confiar en sus brillantes luces que iluminaban el camino oscuro.
Finalmente, llegó a su casita justo a tiempo para un último vistazo a las estrellas.
"¡Gracias, Lía! No solo descubrí la maravilla de la noche, sino también el verdadero brillo de la amistad!" - dijo con una gran sonrisa.
"Recuerda, Juantxo, brillar no es solo tener luz, sino también compartir momentos con quienes amas" - respondió Lía, apagando suavemente su luz.
Desde ese día, Juantxo nunca volvió a temer a la oscuridad. Cada noche, miraba las luciérnagas danzar y comprendía que a veces, lo que más brilla es lo que encontramos en la amistad y en los momentos compartidos.
Y así, Juantxo continuó explorando su jardín, tanto de día como de noche, nunca olvidando la lección que aprendió de las luciérnagas.
FIN.