Judith y el Bosque Encantado
Había una vez, en un tranquilo pueblito de Argentina, una nena llamada Judith. Judith era una niña muy curiosa y aventurera, siempre en busca de nuevas emociones. Un día, mientras exploraba el jardín de su abuela, vio un camino cubierto de flores brillantes que nunca había visto antes. Sin pensarlo dos veces, decidió seguirlo.
El camino la llevó a un bosque encantado, lleno de árboles altísimos y plantas de colores vibrantes. Las aves cantaban melodías dulces y, entre los arbustos, se podían ver pequeños destellos de luz. Judith, emocionada por el espectáculo, gritó:
- ¡Mirá cuántas cosas lindas hay aquí! ¡Es un lugar mágico!
Mientras exploraba, se encontró con un pequeño conejito de pelaje blanco que la miraba con ojos grandes y brillantes.
- ¡Hola! Soy Lucho, el conejo. ¿Qué haces en el Bosque Encantado? - preguntó el conejito.
- ¡Hola, Lucho! Soy Judith. Vine a explorar y ver todas las maravillas que hay. ¡Es asombroso! - respondió ella.
Lucho sonrió y dijo:
- Este bosque es muy especial, pero también puede ser engañoso. Cuando el sol se oculta, la magia se vuelve más fuerte, y las criaturas pueden jugarte alguna broma. Tienes que tener cuidado.
Judith, intrigada, decidió seguir explorando. Continuó a lo largo del sendero y pronto escuchó risas. Al acercarse, vio a un grupo de hadas bailando alrededor de un lago de aguas cristalinas. Se acercó con cautela y dijo:
- ¡Hola! Soy Judith. ¿Puedo unirme a ustedes?
Las hadas, al notar su presencia, se detuvieron y la miraron sorprendidas. Una de ellas, un poco más grande que las demás, habló:
- ¡Hola, Judith! Soy Flora, la reina de las hadas. Tu curiosidad nos ha fascinada. Pero ten cuidado, la noche se acerca y debemos regresar a casa.
Judith, emocionada por el encuentro, pidió:
- ¡Por favor! Solo quiero ver un poco más antes de irme. ¿Podrían mostrarme su magia?
Flora dudó por un momento, pero finalmente asintió:
- Está bien, pero sólo por un instante. Luego, debes regresar a casa antes de que oscurezca.
Las hadas comenzaron a danzar y cada movimiento creaba destellos de luz y color. Judith quedó maravillada, pero de repente, una sombra oscura cubrió el lago y un búho apareció, mirando fijamente a Judith.
- ¡Rápido! - gritó Lucho, aterrorizado - ¡Debemos irnos! Esa es Rocco, el búho travieso. Te jugará una broma que no te gustará.
Judith, asustada pero decidida, se giró hacia Flora:
- ¿Qué hago? No quiero que Rocco me asuste.
Flora sonrió y dijo:
- La clave es no dejarse llevar por el miedo. Tú tienes la fuerza para enfrentarlo.
Judith tomó aire profundo, se sentó sobre la hierba y llamó al búho:
- ¡Hola, Rocco! No quiero tener miedo. Si venís a jugar, ¡vamos a hacer una carrera!
Rocco, sorprendido, se detuvo.
- ¿Una carrera? - preguntó el búho, con una sonrisa traviesa.
- Sí, ¡veremos quién es más rápido! Pero sin engaños, ¿eh? - replicó Judith.
El búho se quedó pensando. Finalmente, aceptó:
- De acuerdo. Una carrera justa. Pero, ¡no será fácil ganar!
Con la mirada decidida, Judith corrió junto a Rocco, atravesando el bosque. Saltó entre árboles y se deslizó sobre el barro con gracia. El búho no podía creer lo rápido que era.
Al final, Judith llegó a una inmensa roca antes que Rocco, quien voló hasta ella y le dijo:
- ¡Eres más rápida de lo que pensaba! Buen trabajo, Judith.
Las hadas aplaudieron y celebraron. Judith sonrió, llena de orgullo. Se dio cuenta de que, con valentía y un poco de ingenio, podía enfrentar cualquier desafío.
- Ahora, debo regresar a casa - dijo Judith, mirando el cielo que comenzaba a oscurecerse.
- Te acompañaremos - dijo Flora. - En este bosque, siempre encontrarás amigos que te ayudarán.
Antes de irse, Judith se volvió hacia Rocco y le dijo:
- Gracias por la carrera. Espero que podamos jugar de nuevo algún día.
Y con eso, las hadas y el conejo llevaron a Judith de vuelta al camino brillante, mientras prometía regresar al bosque encantado, donde había aprendido que la curiosidad y la valentía eran sus mejores herramientas para explorar el mundo.
Así fue como Judith, la nena curiosa, descubrió el poder de enfrentar sus miedos y hacer amigos en un lugar mágico. Desde aquel día, cada vez que miraba hacia el bosque, sonreía, sabiendo que siempre habría más aventuras esperando por ella.
FIN.