Juegos sin Fronteras



Era un hermoso día en el jardín de infantes. Camila, con su vestido de flores, y Timoteo, con su camiseta de dinosaurios, estaban entusiasmados por jugar. La sala estaba llena de juguetes: bloques de colores, muñecos, camiones y pelotas.

- ¡Mirá todos estos juguetes! - dijo Camila, sonriendo. - ¿Cuál querés usar primero?

- ¡Quiero jugar con los bloques! - respondió Timoteo, señalando los bloques de colores. Existe un arco iris de posibilidades ahí.

- Pero, ¡los bloques son para construir cosas! ¿Por qué querrías jugar con ellos? - se preguntó Camila.

- Porque me gusta hacer torres altas. Luego pueden caer, ¡y eso es divertido! - dijo Timoteo.

Camila pensó un momento.

- Es verdad, ¿por qué solo se supone que los bloques son para los chicos? A mí también me encanta construir.

- ¡Exacto! - exclamó Timoteo. - Y mira esos muñecos. Algunos dicen que son solo para las chicas. Pero...

- Pero, ¡me encantaría jugar con ellos! - interrumpió Camila.

- Entonces, ¡a jugar! - dijo Timoteo.

Los dos comenzaron a construir una gran ciudad con los bloques, mientras jugaban con los muñecos también. Pero había un problema...

- Oh no, ¡se cayó la torre! - gritó Timoteo, riendo.

- No importa, así podemos construirla de nuevo. - respondió Camila. - Pero... ¿viste cómo algunos amigos no quisieron jugar porque pensaron que los muñecos eran solo para mí?

- Sí, ¡me parece raro! - dijo Timoteo. - El juego debe ser para todos, sin importar si son chicos o chicas.

- ¡Sí! - dijo Camila, con una sonrisa. - Podemos hacer un club de juegos donde todos puedan jugar con lo que les guste.

- ¡Me encanta la idea! - exclamó Timoteo.

Y así, los dos amigos decidieron invitar a sus compañeros a unirse.

- ¡Hola chicos! Vengan a jugar con nosotros, no importa si quieren construir o jugar con muñecos, ¡todo es divertido! - llamó Camila.

- ¡Sí! Aquí no hay juguetes de chicos o de chicas. ¡Hay solo juguetes de diversión! - agregó Timoteo.

Uno a uno, fueron acercándose sus compañeros:

- Yo quiero jugar con los bloques - dijo un niño.

- Y yo quiero jugar con las muñecas - dijo una niña.

- ¡Bienvenidos! - dijeron Camila y Timoteo al unísono.

Pronto, la sala estaba llena de risas y alegría, con cada niño jugando con lo que le gustaba. Cada uno eligió su juguete favorito, y todos compartían el espacio.

- ¡Miren mi castillo! - gritó un niño que había construido una torre muy alta.

- ¡Y mi casa de muñecas! - dijo la niña que había llenado su espacio de colores.

La maestra, al ver todo lo que sucedía, sonrió feliz.

- Vaya, veo que se están divirtiendo todos juntos. ¿Se dieron cuenta de que pueden jugar sin importar si tienen un vestido o una camiseta de dinosaurio?

- Sí, ¡hoy aprendimos que todos podemos jugar sin etiquetas! - respondió Timoteo.

- ¡Y además, que podemos ser amigos! - agregó Camila, mirando a sus nuevos amigos.

El reloj marcó el final del juego, pero Camila y Timoteo prometieron seguir jugando juntos al día siguiente. Al salir, todos cantaron:

- ¡Jugar es para todos, sin importar!

Y así, el jardín de infantes se llenó de alegría, compañerismo y diversión, donde cada uno podía ser lo que quisiera ser, siempre acogiendo la magia de la amistad y el juego.

Fin.

FIN.

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