¡Jugando juntos sin límites!



Había una vez en una escuela muy especial, un niño llamado Alejandro.

Alejandro era muy inteligente y sacaba las mejores notas en todas las materias, pero había algo que lo entristecía: no podía participar en las clases de educación física porque tenía una discapacidad que le impedía moverse como los demás niños. Alejandro veía cómo sus compañeros jugaban al fútbol, al vóley y hacían carreras, mientras él se quedaba sentado en su silla de ruedas observando desde lejos.

A pesar de todo, nunca perdió la sonrisa ni las ganas de ser parte de esas actividades. Un día, el profesor de educación física, el Sr.

Martín, notó lo triste que estaba Alejandro al no poder participar en las clases. El Sr. Martín era un hombre amable y creativo, así que decidió hacer algo especial para incluir a Alejandro en las actividades deportivas. - ¡Alejandro! Ven aquí un momento -llamó el profesor con entusiasmo.

Alejandro se acercó con curiosidad a ver qué quería el Sr. Martín. - He pensado en un juego nuevo que todos podemos disfrutar juntos -dijo el profesor mientras sacaba unas sillas de ruedas especiales.

Era un juego de baloncesto adaptado para sillas de ruedas. El Sr. Martín explicó las reglas del juego y formaron equipos con los compañeros de clase de Alejandro.

- ¡Vamos a jugar todos juntos y demostrar que la inclusión es importante en nuestra escuela! -exclamó el profesor con alegría. Alejandro no podía creerlo; por fin tendría la oportunidad de jugar y divertirse como los demás niños. Se unió al equipo con una gran sonrisa en su rostro y comenzaron a jugar.

El partido fue emocionante y lleno de risas. Todos se esforzaban por hacer sus mejores pases y tiros a canasta, apoyándose unos a otros. Alejandro demostró ser todo un experto manejando la silla de ruedas e hizo varios puntos para su equipo.

Al final del juego, todos estaban felices y orgullosos del trabajo en equipo que habían realizado. El Sr.

Martín felicitó a los niños por su actitud positiva y por demostrar que la inclusión era posible cuando trabajaban juntos sin importar las diferencias. Desde ese día, el juego de baloncesto en silla de ruedas se convirtió en una actividad regular en la escuela, donde todos los niños pudieron disfrutar juntos sin dejar a nadie atrás.

Y así, gracias a la creatividad y empatía del profesor Martín, Alejandro pudo sentirse parte importante del grupo, demostrando que con amor, comprensión e inclusión se pueden superar cualquier barrera o dificultad.

FIN.

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