Jugando Seguro



Era una hermosa tarde de sol en el barrio de Villa Esperanza. Susana y Ana, dos mejores amigas, estaban ansiosas por disfrutar del aire libre.

"¡Vamos a jugar en la calle!" -propuso Susana, con una sonrisa brillante.

"Sí, podemos jugar a la pelota y hacer un picnic en la vereda" -dijo Ana, imaginando lo divertido que sería.

Pero antes de que pudieran salir corriendo, apareció su mamá, Alicia, con un gesto serio pero amable.

"Chicas, esperen un momento..." -dijo ella, llamando su atención.

Susana y Ana se detuvieron, un poco confundidas.

"¿Qué pasa, mamá?" -preguntó Susana.

Alicia se agachó a su altura, buscando que comprendieran.

"Es que jugar en la calle puede ser peligroso. Hay coches que pasan rápido, y podría suceder un accidente. ¿No creen que sería mejor encontrar otro lugar?"

"Pero…" -empezó Ana, un poco decepcionada. "No hay lugar tan divertido como la calle para jugar al fútbol. ¡Nos gusta hacerlo allí!"

La mamá pensó un momento.

"Entiendo que les encanta, pero también quiero que estén seguras. ¿Qué tal si buscamos una solución juntas?"

Las niñas se miraron con curiosidad.

"¿Qué tipo de solución?" -preguntó Susana.

Alicia continuó:

"Podemos pedirle a los vecinos si podemos usar el parque del barrio. Es un lugar mucho más seguro para jugar. Allá no hay coches, y hay más espacio. Además, podríamos invitar a otros niños para que se sumen. ¡Sería una gran fiesta!"

Ana se iluminó, "¿Y podríamos llevar bocadillos? ¡Eso sería genial!"

"¡Sí!" -exclamó Susana. "Podríamos hacer un picnic con nuestras galletitas favoritas. Me gusta la idea del parque."

Alicia sonrió, satisfecha con la respuesta de sus hijas.

"Entonces estamos de acuerdo. Vamos a preguntar a los vecinos.¿Quién quiere ayudarme a preparar las cosas?"

Las niñas levantaron las manos al instante.

"Yo ayudo a hacer las galletitas" -dijo Ana con entusiasmo.

"Y yo puedo llenar las botellas de agua" -agregó Susana.

Así, las tres se pusieron manos a la obra. En un par de horas, tenían todo listo: sus galletitas de chocolate, frutas frescas, y agua bien fría.

Cuando llegaron al parque, se encontraron con varios niños del barrio.

"¡Hola! ¿Quieren jugar con nosotras?" -preguntó Ana emocionada.

"¡Sí!" -gritaron los otros niños.

En un instante, el parque se llenó de risas y golpes de pelota. Alicia se quedó cerca, charlando con otras mamás, mientras sus hijas corrían y jugaban a la pelota.

Después de un rato, las niñas se agacharon, cansadas y felices.

"¡Esto es mucho más divertido que jugar en la calle!" -dijo Susana mientras mordía una galletita.

"Sí, además estamos seguras aquí" -respondió Ana con una gran sonrisa.

Alicia se acercó a ellas, satisfecha de verlas tan contentas.

"¿Vieron? A veces, las mejores aventuras requieren un poco de creatividad y precaución."

Ambas chicas asintieron firmemente. Estaban felices de haber cambiado de idea y haber encontrado una nueva forma de disfrutar juntas. Se dieron cuenta de que a veces la seguridad puede abrir la puerta a nuevas y emocionantes experiencias.

Al caer el sol, Susana y Ana regresaron a casa riendo y queriendo planear su próxima aventura.

"Mañana podemos volver al parque!" -sugirió Ana.

"¡Sí! Pero esta vez podemos hacer un juego de búsqueda del tesoro" -propuso Susana, emocionada por la idea.

"¡Ya estamos planificando otra aventura!" -dijo Alicia mientras las miraba con amor, sintiéndose orgullosa de sus pequeñas exploradoras.

Y así, el barrio de Villa Esperanza nunca dejó de ser un lugar de juegos y risas, donde la seguridad y la creatividad iban de la mano.

FIN.

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