Julián y el Árbol de la Amistad
Era un día soleado cuando Julián salió de su casa, emocionado por su primer día en clases de quinto grado. A pesar de que su silla de ruedas le daba un toque especial, su sonrisa era aún más brillante. Su mamá le dio un beso en la frente antes de que él partiera a la escuela.
"¡Recuerda, Julián! Hoy es solo el comienzo, y estoy segura de que todo saldrá bien", dijo su mamá con una sonrisa al despedirlo.
Cuando Julián llegó a la escuela, los otros niños ya estaban en el patio. Se sentía un poco nervioso, porque sabía que no era lo mismo que ellos, pero su curiosidad siempre podía más que su ansiedad. Entró al aula y encontró su lugar adaptado, listo para aprender.
La maestra, la señorita Rosa, había preparado un ambiente cálido. Al comenzar la clase, notó que Julián estaba ansioso, así que decidió hacer un ejercicio para conocer a sus alumnos.
"Hoy vamos a compartir algo que nos gusta hacer. Yo empiezo. Me encanta pintar. Ahora, cada uno de ustedes, por favor, comparta con el grupo", dijo la señorita Rosa.
Los niños se fueron turnando. Julián observaba con atención, pero sintió que todos los demás tenían más oportunidades para hablar y ser escuchados.
Cuando fue su turno, Julián respiró profundamente y dijo:
"Yo disfruto mucho de leer cuentos, especialmente aquellos que cue..."
Pero, antes de que pudiera terminar, otro chico lo interrumpió.
"¡Eso es aburrido!", gritó Mateo, un niño que siempre quería ser el centro de atención.
Julián se sintió desanimado, pero la señorita Rosa rápidamente respondió:
"¡Julián, eso suena muy interesante! Yo adoro la lectura también. ¿Cuál es tu cuento favorito?"
Julián, animado por las palabras de la maestra, respondió:
"Me gusta mucho 'El Principito'. Tiene tantos valores sobre la amistad".
Los niños entonces empezaron a prestarle atención, incluso Mateo. Y así, poco a poco, Julián comenzó a fortalecer sus lazos con sus compañeros.
Durante las semanas siguientes, Julián siguió participando en las actividades. Sin embargo, notó que aún le costaba que sus compañeros lo invitaran a jugar durante el recreo. Un día, mientras todos jugaban a la pelota, Julián se sentó en el costado, observando.
"¿Por qué no me invitan a jugar?", se preguntó. Fue entonces cuando su mejor amiga, Ana, se le acercó.
"Julián, ¿te gustaría jugar a ser el árbitro? Dijo que los goles tienen que ser justos", propuso Ana.
"¡Me encantaría!", respondió Julián con una gran sonrisa.
Ana fue a buscar a los demás y les explicó la idea. Algunos niños no estaban seguros, pero Ana los animó:
"¡Julián es muy bueno en hacer que las cosas sean justas! Además, no hay nadie mejor para cuidar las reglas".
Los niños aceptaron, y así nació un nuevo juego. Julián empezó a ser el árbitro oficial del partido. Cuando uno de los niños se caía, Julián hasta les daba consejos sobre cómo volver a levantarse y jugar nuevamente. Poco a poco, todos se sintieron más cómodos con él.
Una semana después, Julían recibió una invitación especial de la señorita Rosa. Ella había decidido que él sería el presentador de la próxima actividad escolar: la "Feria del Conocimiento".
"Este es tu momento, Julián. Tu capacidad de comunicarte es increíble. Todos quieren escuchar lo que tienes para compartir sobre los cuentos y la lectura", le animó.
Aunque sintió temor, Julián aceptó. Se preparó durante días, y el día de la feria, presentó un cuento que había escrito. Habló sobre un árbol que crecía en medio de un desierto.
"El árbol era acogedor y daba sombra a todos los animales que pasaban. Así como un amigo siempre está ahí para apoyar", explicó Julián mientras los demás escuchaban en silencio, llenos de admiración.
Cuando terminó, todos aplaudieron. Mateo, que antes lo había interrumpido, se acercó a Julián.
"Lo hiciste muy bien. Lamento haberte interrumpido antes. Me gustaría que me prestaras tu cuento", le dijo, eligiendo sus palabras con cuidado.
"Claro, pero solo si me cuentas qué es lo que más te gusta de jugar con tu equipo. Todos somos amigos, ¿no?", respondió Julián, confiado.
Desde ese día, Julián no solo se convirtió en un gran presentador, sino también en un verdadero amigo para sus compañeros. Comprendieron que cada uno, sin importar las diferencias, tenía algo único que aportar. Julián, con su gran astucia y corazón lleno de amistad, se transformó en el árbol que daba sombra y apoyo a sus amigos.
Y así, Julián vivió muchas más aventuras en la escuela, sabiendo que su voz contaba y que siempre era bienvenido en el juego de la vida.
FIN.