Julián y el Bosque de los Zombis
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, un chico llamado Julián Luis David. Julián era un niño curioso y aventurero, con una gran imaginación. Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se topó con un lugar misterioso: el Bosque de los Zombis.
El bosque no era como cualquier otro. Los árboles brillaban como esmeraldas y había un suave murmullo en el aire, como si las hojas estuvieran contando secretos. Julián decidió entrar y descubrir qué había dentro.
-Ah, no me digas que te vas a ir solo al bosque de los zombis -le gritó su mejor amiga, Sofía, asustada.
-Es solo un nombre, Sofía. Además, no hay tales cosas como los zombis -respondió Julián con confianza.
A medida que Julián se adentraba en el bosque, comenzó a notar algo raro. De repente, vio a un grupo de criaturas que parecían zombis, pero ¡no eran aterradores en absoluto! Tenían sonrisas amplias y miradas amables.
-Hola, pequeño aventurero -dijo uno de ellos, con voz suave-. Soy Zombiabuelo, y estos son mis amigos Zombihéroes.
-¡Hola! -respondió Julián, sorprendido por los zombis amigables-. ¿Por qué tienen esa apariencia?
-Pues, nos disfrazamos de zombis porque queremos divertirte. ¡Acá todo es una aventura! -exclamó Zombimamá, que tenía una gran sonrisa y vestía una capa hecha de hojas.
Julián no podía creerlo. Estos zombis eran buenos y ayudaban a los perdidos en el bosque. Zombiabuelo lo llevó a una hermosa cueva llena de luces de colores.
-Aquí tenemos un secreto muy especial. Si quieres, puedes ayudarnos a encontrar pelotas de colores que se han perdido en el bosque -dijo Zombiabuelo.
-¡Me encantaría ayudar! -contestó Julián emocionado.
Los zombis le mostraron cómo buscar las pelotas en un juego muy divertido donde, al encontrarlas, deben bailar y hacer sonidos divertidos. Julián jugó durante horas, riendo y saltando. Pero cuando llegó la tarde, se dio cuenta de que debía volver a casa.
-Muchas gracias por todo, amigos -dijo Julián, sintiéndose agradecido pero también un poco triste por irse.
-No te preocupes, Julián. Siempre podrás volver a jugar con nosotros -dijo Zombihéroe, mientras le entregaba una pequeña pelota de colores como recuerdo.
Julián se despidió de sus nuevos amigos y salió del bosque. Al llegar a su casa, encontró a Sofía esperándolo。
-¿Estás bien? ¿Qué hiciste? -preguntó Sofía ansiosa.
-Le cuento que los zombis son en realidad criaturas muy amables y divertidas. ¡Hasta jugué con ellos! -exclamó Julián emocionado.
-¡No puedo creerlo! -dijo Sofía, asombrada. -¿Podemos ir juntos mañana?
-Claro, ¡vengan todos! -respondió Julián mientras se llenaba de entusiasmo.
Al día siguiente, Julián, Sofía y sus amigos se aventuraron de nuevo al bosque. Esta vez, todos los niños conocieron a los zombis y jugaron juntos. Aprendieron que no hay que temer a lo desconocido y que, a veces, las cosas que parecen aterradoras son en realidad amistosas.
Desde entonces, los niños de Alegría y los zombis del bosque se hicieron grandes amigos. Julián Luis David descubrió que la verdadera aventura estaba en ser valiente, querer conocer el mundo y valorar la amistad.
Y así, el Bosque de los Zombis se convirtió en un lugar de alegría, risas y aprendieron a siempre buscar la diversión detrás de cada esquina, sin importar qué forma tome lo desconocido.
FIN.