Julián y el Valor de lo Sencillo



Julián era un niño de diez años que vivía en un pequeño pueblo del campo, rodeado de vastos campos verdes, árboles frutales y un montón de animales. Sin embargo, Julián no compartía el entusiasmo por la vida rural. "¡Qué aburrido es esto!"-, se quejaba al mirar por la ventana de su casa, donde solo podía ver pasto y más pasto.

Un día, mientras caminaba por el campo rumbo a la escuela, conoció a su vecino, Don Ramón, un anciano lleno de sabiduría y con un gran amor por la tierra. "¡Hola, Julián! ¿A dónde vas tan deprisa?"- le preguntó el viejo con una sonrisa amable.

"No sé, Don Ramón. No quiero estar aquí. El campo es muy aburrido, prefiero la ciudad"-, respondió Julián con un suspiro.

"Ah, pero joven, el campo tiene sus propias maravillas. Cada día te ofrece algo nuevo si sabes mirar con los ojos del corazón"-, dijo Don Ramón, y lo invitó a su jardín lleno de flores.

Cuando Julián entró, sus ojos se sorprendieron ante la variedad de colores y fragancias. "¡Vaya! No sabía que podía haber tantas flores"-, exclamó. Don Ramón le explicó cómo cultivarlas, y Julián se interesó mucho.

"Pero esto lleva tiempo y esfuerzo, ¿no?"- preguntó Julián.

"Así es, pero también es gratificante ver cómo crecen. Todo en la vida necesita cuidado y amor para florecer"-, respondió el anciano.

Intrigado por sus palabras, Julián pasó más tiempo ayudando a Don Ramón en su jardín. Aprendió sobre el ciclo de la naturaleza, la importancia de cuidar el medio ambiente y cómo cosechar lo que uno siembra.

Con el tiempo, empezó a ver el campo de otra manera. "¿Sabías que las estrellas se ven mucho más claras en la noche aquí?"- le dijo a su amiga Clara en la escuela un día. "Yo hice un pequeño telescopio con un frasco de vidrio, ¡podríamos verlas juntas!"-

Clara, quien también vivía en el campo pero amaba su hogar, sonrió. "¡Eso suena genial, Julián! ¡Me encantaría!"

Julián empezó a organizar noches de observación de estrellas con sus amigos. Ellos traían almohadas, mantas y botellas de termos llenas de chocolate caliente. "Esos momentos son los que realmente importan"-, se dio cuenta Julián, mientras miraba las constelaciones.

Un día, mientras caminaban hacia el arroyo, Clara le dijo: "¿Sabés? El campo tiene historias mágicas. Cada rincón guarda algo especial"-.

"¿En serio?"- preguntó Julián, emocionado. "Contame más"-.

"Podemos hacer una búsqueda de tesoros. Exploramos y vamos anotando los lugares donde encontramos algo interesante. ¡Hasta podemos hacer un mapa!"- propuso Clara.

Y así fue como Julián y sus amigos comenzaron a explorar cada rincón del campo. Encontraron un viejo molino, un árbol con una forma curiosa, y hasta un zorro que los observaba desde la distancia. Mientras más exploraban, más aprendían sobre el entorno.

Julián se dio cuenta de que lo que antes le parecía aburrido, eraconde secretosy maravillas por descubrir. "Quizás no sea tan malo vivir en el campo después de todo"-, pensó mientras jugaban.

Al final del año escolar, Julián decidió presentar un proyecto sobre la vida en el campo en la clase de Ciencias Naturales. "Lo que muchos consideran aburrido, a veces es solo lo que no saben ver"-, explicó Julián ante sus compañeros, que lo miraban sorprendidos.

Ese día, cuando volvió a casa, saludó a Don Ramón con alegría. "Gracias por enseñarme a amar el campo, ¡tengo tanto que contarles a mis amigos!"- dijo ignorenadamente.

"Estoy orgulloso de ti, Julián. Recuerda que siempre hay más por descubrir si te tomas el tiempo de mirar"-, le respondió el anciano con un guiño.

Julián sonrió y, por primera vez, se sintió en paz en su hogar del campo. Aprendió que a veces lo simple es lo más extraordinario y que donde hay amor y curiosidad, siempre hay un lugar especial y un mundo por explorar.

FIN.

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