Juliana y los Monstruos de Acero



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivía Juliana, una niña valiente y curiosa que siempre estaba dispuesta a enfrentar sus miedos.

En este pueblo, existía una leyenda sobre los monstruos de Acero, unas criaturas temibles que se escondían debajo de las camas de los niños para asustarlos.

Un día, el jefe de los monstruos Acero, un ser imponente con ojos brillantes y dientes afilados, decidió investigar por qué Juliana no tenía miedo a sus súbditos. Se deslizó sigilosamente por la noche hasta la habitación de la niña y la observó dormir tranquilamente en su cama. Al verla tan serena, el jefe de los monstruos Acero decidió revelarse ante ella.

Con un estruendo escalofriante salió de debajo de la cama y se plantó frente a Juliana, quien abrió lentamente los ojos sorprendida. "¿Quién eres tú?", preguntó Juliana con voz firme pero sin rastro de miedo en su mirada.

El jefe de los monstruos Acero quedó desconcertado ante la valentía de la niña y respondió: "Soy el jefe de los monstruos Acero y me intriga saber por qué no te asustan mis súbditos que viven bajo tu cama".

Juliana sonrió con ternura y le dijo: "No les tengo miedo porque he aprendido que todas las criaturas merecen respeto. Además, sé que todos tienen algo bueno en su interior si les das una oportunidad".

El jefe de los monstruos Acero reflexionó sobre las palabras de Juliana y sintió algo en su corazón metálico que nunca antes había experimentado. Decidió invitar a la niña a visitar su reino subterráneo para mostrarle que no todos los monstruos eran malvados.

Así fue como Juliana descendió con valentía a través del hueco debajo de su cama y descubrió un mundo fascinante lleno de criaturas extrañas pero amigables. Jugó con ellos, escuchó sus historias e incluso compartió sus meriendas con ellos.

Con el pasar del tiempo, Juliana se convirtió en amiga no solo del jefe de los monstruos Acero sino también de todos los habitantes del reino subterráneo. Su valentía y bondad habían conquistado incluso a las criaturas más temibles.

Desde ese día en adelante, Villa Esperanza vivió en paz gracias al entendimiento entre humanos y monstruos. Y todo gracias a Juliana, la niña valiente que enseñó al mundo que el verdadero coraje radica en abrir nuestro corazón al diferente.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!