Julieta, la Dinosauria Pintora



Había una vez, en un mundo lleno de colores y sorpresas, un pequeño dinosaurio llamado Julieta. A diferencia de sus amigos que pasaban el tiempo corriendo y jugando en los campos, Julieta tenía una pasión única: ¡pintar! Todo lo que veía le inspiraba. Los árboles, las flores, incluso las nubes en el cielo, llenaban su corazón de ideas creativas.

Un día, mientras Julieta cuidaba de su jardín, decidió que era momento de hacer algo especial. "¡Voy a organizar una exposición de arte para mostrar mis pinturas!"- exclamó emocionada. Sus amigos, al escucharla, se acercaron con curiosidad.

"¿Una exposición?"- preguntó su amigo, el velociraptor Pedro. "¿Qué es eso?"-

"Es cuando muestras tu arte a todos y ellos pueden disfrutarlo"- explicó Julieta, con una sonrisa radiante. "Voy a invitar a todos los dinosaurios de la pradera para que vengan a ver mis obras. Será un día especial"-.

Sus amigos se entusiasmaron, y juntos comenzaron a ayudarla a preparar todo para el gran día. Sin embargo, había un pequeño problema: el día de la exposición se acercaba, y Julieta no estaba satisfecha con las pinturas que había hecho. "No son lo suficientemente buenas"- se quejaba, mirando sus obras una y otra vez. "¿Y si a nadie le gustan?"-

Sus amigos, preocupados, intentaron animarla. "Julieta, lo que pintas es especial porque lo hiciste con amor"- dijo Ana, la estegosaurio. "Además, a todos les gusta ver lo que haces, ¡tenés que confiar en vos misma!"

Pero, aún así, Julieta no podía evitar sentirse insegura. Decidió buscar inspiración en la naturaleza, y salió de su casa con su caballete y pinceles. Se sentó cerca de un río que reflejaba el cielo, y comenzó a pintar. De repente, vio un grupo de mariposas volando a su alrededor. "¡Qué hermosas!"- pensó. Con mucha emoción, empezó a crear una nueva obra.

El día de la exposición llegó, y Julieta estaba nerviosa. "¿Y si nadie viene?"- murmuró. Pero al abrir la puerta de su taller, vio que todos sus amigos estaban allí, felices y emocionados. "¡Julieta, esto es increíble!"- gritaron, animándola.

Después de unos momentos de titubeo, Julieta decidió que debía mostrar su arte. "¡Bienvenidos a mi exhibición!"- anunció con voz temblorosa pero llena de orgullo. Mientras sus amigos miraban cada pintura, Julieta se dio cuenta de que, aunque algunos colores no estaban perfectos, toda la magia estaba en el amor que había puesto en cada trazo.

Los dinosaurios admiraron sus cuadros, algunos hasta se emocionaban y decían: "¡Es como si estuvieras mostrando nuestra amistad!" - y "Mirá cómo te salido la risa de los dinosaurios en esta pintura, es igualita a la mía!"-

Poco a poco, Julieta se sintió más cómoda, y comenzó a hablarles de cada pintura. "Esta la hice cuando vi un arco iris después de la lluvia…"- recordó con brillo en los ojos. La alegría en la voz de sus amigos la llenaba de confianza.

Cuando la exposición terminó, Julieta se sintió aliviada y feliz. La pequeña dinosauria no sólo había ganado el cariño de sus amigos, sino que también había aprendido que la crítica no define su arte, sino que lo que importaba era la pasión que ponía en cada obra.

Desde ese día, Julieta siguió pintando y exhibiendo su arte. Hasta creó un club de pintura donde sus amigos podían expresarse como quieran. Todos aprendieron que lo importante no era ser perfectos, sino disfrutar el proceso de crear y compartir con los demás.

Y así, el pequeño dinosaurrio Julieta siguió pintando con alegría, convirtiéndose en una gran artista y llenando la pradera de colores vibrantes y risas.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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