Julieta y el Día del Calor



Era un caluroso día en el colegio y Julieta, como cada mañana, se dirigía con su mochilita a la escuela. Sentía que la brisa del verano agitaba su cabello, pero su corazón se sentía pesado. Al llegar, vio a sus compañeros de clase esperando en la entrada, y un escalofrío recorrió su espalda.

"¿Por qué tuve que venir hoy?", se preguntó mientras recordaba las burlas de días pasados.

"¡Mirá quién llegó!", se escuchó a lo lejos. Era Martín, uno de sus compañeros, con una sonrisa burlona en el rostro.

"¿Adónde llevas ese peinado, Julieta? ¡Te pareces a una escoba!", gritó.

Julieta se encogió de hombros, tratando de ignorarlo. Sin embargo, un grupo de chicos se unió a las risas y las críticas.

"Sí, no puede ser que esto sea real", pensaba mientras entraba al aula.

En la clase de arte, la maestra Ana notó que Julieta estaba distraída.

"Julieta, ¿hay algo que quieras compartir con la clase?", preguntó la docente.

"No, todo bien", respondió Julieta, pero su voz temblaba. La maestra no se dio por vencida.

"A veces, hablar puede ayudarnos. Nunca tengas miedo de expresar lo que sientes", dijo la maestra con una sonrisa amable.

Julieta se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de la maestra. Esa tarde, mientras volvía a casa, se sintió decidida. Tenía que hacer algo, era momento de cambiar las cosas.

Al día siguiente, Julieta decidió que no se dejaría vencer. Cuando llegó a la escuela, respiró hondo y se acercó a sus compañeros en el recreo.

"¿Puedo hablar un momento?", dijo con voz firme. Todos se quedaron callados, sorprendidos.

"Sé que a veces se hacen bromas y se dice lo primero que se viene a la cabeza. Pero esas palabras duelen. Estoy aquí para aprender y ser parte del grupo, igual que ustedes. ¿No podemos ser amables?", explicó Julieta mientras miraba a cada uno de ellos.

Martín, un poco avergonzado, bajó la mirada.

"Julieta, no queríamos hacerte sentir mal. A veces no pensamos en lo que decimos", admitió.

"¡Eso es! Las palabras son poderosas y podemos usar ese poder para construir, no para destruir", agregó Valentina, una de sus compañeras que nunca se había atrevido a hablar.

Julieta sonrió, sintiéndose más segura. "Podemos usar el arte para expresar nuestros sentimientos y ayudarnos entre todos. ¿Qué les parece si organizamos un mural?", propuso.

Los chicos comenzaron a murmurar entre sí y pronto, la idea fue aceptada a regañadientes.

"¡Eso podría ser divertido!", dijo Martín, con una sonrisa genuina.

A lo largo de las semanas, el mural representó los sueños, las virtudes y la diversidad de todos los alumnos. Cada uno aportaba algo especial, y en el proceso, Julieta se hizo de nuevos amigos.

Los comentarios hirientes desaparecieron y la clase se convirtió en un lugar donde se valoraba la creatividad y el apoyo mutuo.

El mural, que ahora cubría una de las paredes de la escuela, era un símbolo de unidad. Y en su corazón, Julieta sabía que aquel día de calor no solo había sido un mal día, sino el comienzo de una hermosa historia de esperanza, compañerismo y valentía.

FIN.

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