Julieta y su Nuevo Amigo Gatuno



Era una hermosa mañana de primavera cuando Julieta despertó. El canto de los pájaros la animaba a levantarse, pero algo en su habitación la distrajo. En una esquina, había una pequeña caja con un moño rojo. Intrigada, se acercó y, al abrirla, ¡sorpresa! Un pequeño gatito de pelaje suave y gris asomaba la cabeza.

—¡Mirá, Julieta! —dijo su tía Alicia, entrando en la habitación—. Este es tu nuevo amigo.

—¿Un gato? —exclamó Julieta, con los ojos abiertos como platos—. ¡Es hermosísimo! ¿Cómo se llama?

—Aún no tiene nombre. Vos podés elegirlo —respondió su tía, sonriendo—. Pero antes tenés que aprender a cuidarlo.

Julieta, emocionada, asintió con rapidez. Sin embargo, mientras acariciaba al gatito, se empezó a preocupar.

—¿Y si no sé cómo cuidarlo? ¿Y si se escapa? —preguntó, un poco insegura.

—No te preocupes, Julieta. Vamos a aprender juntas. Primero, el gatito necesita comida y agua —dijo su tía, mientras mostraba un plato pequeño y una bandeja llena de croquetas—. También hay que darle cariño y jugar con él.

Julieta se sintió un poco más tranquila. Sin embargo, varias preguntas invadieron su mente.

—Pero, ¿y si no quiere jugar conmigo?

—Los gatos son curiosos, pero necesitas ser paciente. De a poco, va a acostumbrarse a vos —resumió su tía, alzando el pequeño gato con suavidad—. ¡Hacé que se sienta en casa!

Durante los días siguientes, Julieta se dedicó a cuidar a su nuevo amigo, a quien decidió llamar 'Nube', por su suave pelaje gris. Al principio, el gatito era tímido y se escondía por todas partes.

—Vení, Nube. ¡Es hora de jugar! —decía Julieta, tratando de coaxar al pequeño gato. Pero él sólo la miraba desde detrás del sofá.

Un día, Julieta se sintió frustrada.

—No sé qué hacer para que me quiera —susurró mientras se sentaba en el suelo, sintiendo que podía llorar.

—A veces, hay que hacer un esfuerzo extra para ganar la confianza de un nuevo amigo —dijo su tía, acercándose—. ¿Por qué no probás dejar que Nube se acerque a vos? A veces, los amigos llegan a nosotros cuando menos lo esperamos.

Julieta decidió tomar el consejo de su tía. Se quedó sentada en el suelo, sin acercarse mucho, dejando que Nube se asomara. Después de un rato, el gatito comenzó a explorar, acercándose lentamente a ella.

—¡Mirá, tía! ¡Viene hacia mí! —exclamó Julieta, con un brillo de esperanza en sus ojos.

—Eso es. Ahora solo dejalo que se acerque a tu lado. No lo fuerces —le dijo su tía—. Los mejores lazos se forman cuando somos pacientes.

Esa tarde, tras jugar con una bola de estambre, Nube finalmente se acomodó sobre las piernas de Julieta. Su corazón se llenó de alegría.

—¡Lo logramos! —gritó Julieta—. ¡Nube me quiere!

—Así es —respondió su tía, sonriendo—. Ahora, acordate de que cuidar a Nube implica muchas responsabilidades. Hay que alimentarlo y quererlo todos los días.

A medida que pasaron los meses, Julieta aprendió a cuidar a su gato. Se convirtió en una gran amiga de Nube, todos los días lo alimentaba, jugaba con él, y lo escudriñaba por todos lados, buscando nuevas aventuras juntos. Pero algo extraño sucedió...

Un día, al volver del colegio, Julieta encontró a Nube con una patita herida.

—¡Ay no! ¡Nube! —gritó Julieta, asustada. Corrió hacia su tía—. ¡Nube se lastimó!

Su tía la abrazó con cariño, dándole un poco de calma.

—Tranquila, Julieta. Lo primero que tenemos que hacer es calmarlo y cuidar su herida. Después lo llevaremos al veterinario para que lo revise —dijo Alicia, mientras se preparaba con un botiquín de primeros auxilios.

—Tenés razón, tía. No puedo asustarme. Nube necesita que yo esté fuerte —respondió Julieta, tomando una respiración profunda.

Y efectivamente, siguiendo las instrucciones de su tía, Julieta aprendió cómo curar la herida de su pequeño amigo. Más tarde, fueron al veterinario y, gracias a los cuidados y al amor que le dieron, Nube sanó rápidamente.

Después de esa experiencia, Juleita se convirtió en una especialista en cuidar a su amigo. Aprendió a ser responsable, cariñosa y paciente.

—Estoy muy orgullosa de vos, Julieta. Has crecido en amor y responsabilidad —le dijo su tía, dándole un abrazo.

—Y todo gracias a Nube. Ahora somos un verdadero equipo. —respondió Julieta, mirando a su gatito que ronroneaba suavemente en su regazo.

Desde ese día, Julieta y Nube se convirtieron en inseparables. Juntos, compartieron risas, juegos, y muchas noches tranquilas. Julieta aprendió que tener una mascota no solo es un regalo, sino también un compromiso, y que el amor se construye día a día.

FIN.

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