Juntas en la enfermedad


Una mañana soleada, la pequeña María se despertó con una molesta tos y un resfriado que le hacía sentirse débil. Su madre, Mariela, se preocupó al verla tan enferma y decidió llevarla al médico.

El doctor les explicó que María tenía una infección respiratoria y necesitaría quedarse en casa para descansar y recuperarse. Esto significaba que Mariela tendría que cuidar de su hija todo el día.

Mariela era una madre amorosa pero también trabajadora, así que sabía que no sería fácil equilibrar sus responsabilidades laborales con el cuidado de María. Sin embargo, estaba decidida a hacer lo mejor para su niña.

Después de dejar a María en la cama con un vaso de agua y algunas galletas cerca, Mariela fue a su oficina para resolver algunos asuntos urgentes. Pero no podía evitar pensar en cómo estaría su hija en casa sola. En ese momento, tuvo una idea brillante.

Recordó que su vecina Ana tenía una hija llamada Laura de la misma edad que María. Así que decidió llamar a Ana para ver si Laura podía venir a pasar el día con ellas. - ¡Hola Ana! Soy Mariela, la mamá de María.

Mi hija está enferma y estoy preocupada por dejarla sola en casa mientras trabajo ¿Podrías traer a Laura para jugar con ella hoy? Ana aceptó encantada la invitación y poco después llegaron Laura y Ana a casa de Mariela.

Las dos niñas se conocían desde hace tiempo pero no solían jugar juntas muy seguido.

- Hola María - saludó Laura con entusiasmo - ¿Cómo te sientes? - Hola Laura - respondió María con una sonrisa débil - Me siento un poco mejor ahora que estás aquí. Las dos niñas pasaron el día jugando, riendo y compartiendo historias.

Mariela estaba agradecida por la compañía de Laura para su hija y se sintió aliviada al saber que María estaba en buenas manos. Mientras tanto, Mariela trabajaba diligentemente en su oficina, pero no podía evitar preocuparse por María. Decidió llamarla durante su descanso para asegurarse de que todo iba bien.

- Hola mi amor, ¿cómo te sientes ahora? - preguntó Mariela preocupada. - Mamá, estoy mucho mejor gracias a Laura. No me siento tan sola y aburrida. Estamos jugando a las cartas y ella es muy divertida - respondió María emocionada.

Mariela suspiró de alivio al escuchar la felicidad en la voz de su hija. Sabía que había tomado la decisión correcta al pedir ayuda a Ana y permitir que Laura viniera a jugar con María.

Cuando llegó la noche, Mariela regresó a casa encontrándose con dos niñas agotadas pero sonrientes. Agradeció enormemente a Ana por haber enviado a Laura para hacer compañía a María durante el día.

Esa noche, mientras Mariela arropaba cariñosamente a su hija antes de dormir, le dijo:- María, hoy aprendí algo muy importante: cuando enfrentamos problemas o dificultades, no debemos tener miedo de pedir ayuda. Todos necesitamos apoyo en algún momento y siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos si lo pedimos amablemente. María asintió con la cabeza y sonrió.

Sabía que su mamá siempre estaría allí para cuidar de ella, pero también aprendió que a veces, pedir ayuda a los demás puede hacer una gran diferencia.

Y así, María se recuperó rápidamente gracias al amor y apoyo de su madre y la amistad inesperada de Laura. Mariela también aprendió el valor de pedir ayuda cuando lo necesitaba, creando un vínculo más fuerte entre ellas.

Desde aquel día, María y Laura se convirtieron en las mejores amigas y Mariela siempre recordaría esa lección especial que les enseñó: que en tiempos difíciles, el amor, la amistad y la solidaridad pueden sanar cualquier enfermedad.

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