Juntas somos invencibles


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos amigas muy especiales llamadas Constanza y Natalia. Constanza era una niña en el espectro autista y Natalia tenía TDAH.

A ambas les costaba concentrarse y aprender en clases, pero siempre se ayudaban entre ellas y con sus compañeros. Un día, la profesora de Constanza y Natalia, la señorita Laura, decidió hacer algo especial para ayudarlas a superar sus dificultades.

Organizó un proyecto en el que todos los niños debían formar equipos de dos para realizar tareas juntos. Constanza y Natalia decidieron ser compañeras de equipo.

Juntas eran imparables: Constanza tenía una memoria increíble y podía recordar datos importantes, mientras que Natalia era muy creativa e ingeniosa para resolver problemas. El primer desafío del proyecto consistía en investigar sobre los animales de la selva. Los equipos tenían que buscar información en libros y luego presentarlo frente a toda la clase.

Constanza se sentía abrumada por la cantidad de información que debían recopilar, pero Natalia le dijo: "Tranquila, Coni. Vamos a dividirnos el trabajo y lo haremos paso a paso".

Así fue como trabajaron juntas: Constanza buscaba datos sobre los hábitats de los animales mientras que Natalia encontraba imágenes coloridas para ilustrar su presentación. Cuando llegó el día de la exposición, todos estaban nerviosos pero emocionados por ver lo que cada equipo había preparado.

La señorita Laura comenzó llamando al primer equipo: "¡Constanza y Natalia!". Ambas caminaron hacia adelante, tomadas de la mano. Constanza comenzó a hablar con voz temblorosa: "En la selva viven muchos animales como el tigre, el mono y el loro".

Pero antes de que pudiera continuar, Natalia intervino diciendo: "¡Y también hay serpientes gigantes y mariposas multicolores!". La clase se sorprendió al escuchar a Natalia interrumpir a Constanza, pero la señorita Laura sonrió y dijo: "¡Qué gran trabajo en equipo! Ambas se complementan muy bien".

A medida que avanzaba el proyecto, Constanza y Natalia seguían aprendiendo juntas. Se dieron cuenta de que aunque tenían dificultades para concentrarse individualmente, cuando trabajaban en equipo podían superar cualquier obstáculo.

Un día, mientras investigaban sobre los planetas del sistema solar, Constanza tuvo una idea brillante. Le propuso a Natalia crear un juego interactivo para enseñarle a sus compañeros sobre los planetas. Juntas diseñaron un tablero con preguntas y respuestas sobre cada planeta.

Luego organizaron un torneo en el que todos los equipos competirían respondiendo las preguntas correctamente. El día del torneo llegó y todos estaban emocionados por participar.

Los equipos iban respondiendo las preguntas una tras otra hasta que finalmente quedaron solo dos equipos: Constanza y Natalia contra otro dúo llamado Marcos y Sofía. La tensión era palpable mientras ambas parejas se enfrentaban en la pregunta final. La señorita Laura leyó en voz alta: "¿Cuál es el planeta más grande del sistema solar?".

Todos esperaban ansiosos la respuesta correcta. Marcos y Sofía respondieron rápidamente "¡Júpiter!", pero para sorpresa de todos, Constanza y Natalia se tomaron un momento para pensar. Luego, Natalia sonrió y dijo: "La respuesta es Júpiter".

Todos en la clase estallaron en aplausos y felicitaciones. Aunque el equipo de Constanza y Natalia había ganado, lo más importante era cómo habían trabajado juntas para llegar hasta allí.

El proyecto llegó a su fin, pero la amistad entre Constanza y Natalia seguía creciendo cada día. Ambas habían aprendido que no importaba cuánto les costara concentrarse o aprender individualmente, siempre podían contar con su amistad y apoyo mutuo.

Y así, Constanza y Natalia demostraron que las dificultades no eran obstáculos insuperables, sino oportunidades para descubrir nuevas formas de aprender y crecer juntas.

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