juntos ante la adversidad


Había una vez en un hermoso jardín, una linda flor llamada Margarita. Ella era la más hermosa de todas, con sus pétalos blancos como la nieve y su centro amarillo brillante que parecía un rayito de sol.

Todos los animales del jardín se maravillaban al verla y siempre le dedicaban piropos y elogios. Un día, llegó al jardín una fuerte tormenta que duró varios días.

El viento soplaba con fuerza y las gotas de lluvia golpeaban con intensidad a la pobre Margarita. A pesar de su resistencia, los pétalos de la flor comenzaron a marchitarse y caer uno a uno.

"¡Oh no! ¡Mis pétalos están cayendo!", exclamaba Margarita con tristeza mientras veía cómo perdía su belleza poco a poco. Los demás animales del jardín se acercaron para consolarla y ofrecerle ayuda. El colibrí, con su delicado pico, intentó sujetar los pétalos caídos pero no pudo hacer mucho.

La mariquita le sugirió que cantara una canción alegre para levantarle el ánimo. "¡Vamos Margarita, no te rindas! Eres la flor más hermosa del jardín", decía la mariquita tratando de animarla.

La tortuga propuso buscar un remedio en el libro de plantas medicinales que tenía guardado en su madriguera. Después de buscar durante horas, encontraron una receta especial hecha a base de nutrientes naturales que podría ayudar a revitalizar a Margarita.

Todos trabajaron en equipo para preparar la mezcla siguiendo al pie de la letra las indicaciones del libro. La regaron sobre las raíces de Margarita y esperaron con ansias los resultados. Pasaron unos días y lentamente, Margarita empezó a recuperarse.

Sus tallos se volvieron más fuertes, sus hojas más verdes y sus pétalos volvieron a florecer con aún más brillo que antes. "¡Miren amigos! Gracias por nunca rendirse y por ayudarme en mi momento difícil", les dijo Margarita emocionada mientras lucía radiante nuevamente.

Desde ese día, todos aprendieron lo importante que es apoyarse mutuamente en momentos difíciles y cómo el trabajo en equipo puede lograr grandes cosas.

Y así, la linda flor hermosa enseñó una valiosa lección al resto del jardín: nunca hay que rendirse ante las adversidades porque siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos a florecer nuevamente.

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