Juntos en el primer día de clases
Había una vez dos hermanos, Martina y Tomás, que estaban muy emocionados porque se acercaba el primer día de clases. Martina, la mayor, estaba en quinto grado y Tomás iba a empezar segundo grado.
Ambos estaban ansiosos por reencontrarse con sus amigos y maestros. El día anterior al inicio de clases, Martina y Tomás se sentaron en el jardín de su casa haciendo planes para el nuevo año escolar.
"¿Estás nervioso por empezar segundo grado, Tomi?" preguntó Martina con una sonrisa. "Un poco, pero también estoy emocionado. Quiero conocer a mi maestra nueva y hacer nuevos amigos", respondió Tomás con entusiasmo.
Esa noche, mientras cenaban en familia, sus padres les recordaron lo importante que era esforzarse en la escuela y nunca rendirse ante los desafíos que pudieran encontrar. "Recuerden chicos, siempre den lo mejor de ustedes y verán grandes resultados", dijo su mamá cariñosamente.
Al día siguiente, Martina ayudó a su hermanito a preparar su mochila y juntos caminaron hacia la escuela. Al llegar al patio del colegio, se encontraron con un cartel que decía: "Bienvenidos al nuevo ciclo escolar".
La emoción invadió a los dos hermanos al ver a sus compañeros reunidos y listos para comenzar. La mañana transcurrió entre risas, reencuentros y nuevas presentaciones. Martina compartió anécdotas con sus amigas sobre las vacaciones de verano mientras Tomás jugaba en el recreo con otros niños de su edad.
Sin embargo, cuando llegó la hora del almuerzo, algo inesperado sucedió. Un grupo de niños mayores comenzó a molestar a Tomás por ser más pequeño que ellos.
"¡Miren al bebé! ¿Todavía llevas tu osito de peluche en la mochila?", se burló uno de los chicos mayores. Martina notó las lágrimas en los ojos de su hermano menor e inmediatamente intervino. "¡Déjenlo en paz! Ser pequeño no significa ser menos valiente ni inteligente.
Mi hermano es increíble tal como es", exclamó Martina con determinación. Los chicos mayores se sorprendieron por la valentía de Martina y decidieron dejar tranquilo a Tomás. Ese incidente fortaleció aún más el vínculo entre los dos hermanos.
A partir de ese día, Martina acompañaba a Tomás al recreo para asegurarse de que nadie volviera a molestarlo. Juntos descubrieron nuevos juegos e hicieron amigos que valoraban sus cualidades individuales. Con el correr de las semanas, ambos hermanos enfrentaron desafíos académicos pero siempre se apoyaron mutuamente para superarlos.
Martina ayudaba a Tomás con las sumas difíciles mientras él le enseñaba trucos para memorizar fechas importantes en Historia.
Al final del año escolar, durante la ceremonia de clausura, Martina recibió un premio por su excelente desempeño académico y liderazgo entre sus compañeros. Y para sorpresa de todos, también otorgaron un reconocimiento especial a Tomás por ser un ejemplo inspirador de valentía y solidaridad.
Esa tarde regresaron a casa felices y orgullosos; sabían que juntos podían superar cualquier obstáculo que se les presentara en el camino. Los dos hermanos comprendieron que lo más importante no era ser perfecto o tener todas las respuestas correctas, sino estar dispuestos a aprender cada día y crecer juntos como equipo inseparable.
FIN.