Juntos hacia la Victoria



Había una vez una niña llamada Cande, a quien le encantaba el deporte. Desde muy pequeña, Cande siempre estaba corriendo y saltando por todos lados.

No había obstáculo que se le resistiera, era como si sus piernas tuvieran alas. Cande vivía en un pueblo tranquilo junto a su familia y amigos. Todos los días, después de la escuela, se reunían en el parque para jugar al fútbol o hacer carreras.

Cande siempre ganaba todas las competencias gracias a su velocidad y agilidad. Un día, mientras entrenaba en el parque, Cande vio a un niño llamado Aless sentado en un banco mirando tristemente. Se acercó a él y le preguntó qué le pasaba.

"Hola Aless, ¿qué te ocurre? Pareces preocupado"- dijo Cande con curiosidad. Aless suspiró profundamente y respondió: "Es que yo también quiero ser bueno en algún deporte como tú, pero no importa cuánto lo intente, nunca puedo ser tan rápido como tú".

Cande sintió empatía por Aless y decidió ayudarlo. Juntos comenzaron a entrenar todos los días después de la escuela. Corrían vueltas alrededor del parque e intentaban superarse mutuamente. Con el tiempo, Aless empezó a mejorar su velocidad poco a poco.

Aunque aún no podía igualar la rapidez de Cande, ya no se sentía tan desanimado como antes. Un día llegó la noticia de que se iba a realizar una gran competencia deportiva en el pueblo vecino.

Habría diferentes pruebas atléticas y los mejores deportistas de toda la región participarían. Cande estaba emocionada y decidió inscribirse en todas las pruebas. Al enterarse, Aless se sintió desanimado nuevamente. Pensaba que no tenía oportunidad de ganar ninguna competencia.

Sin embargo, Cande no lo dejó rendirse. Le recordó a Aless todos los avances que había hecho y le dio ánimos para seguir intentándolo.

El día de la competencia llegó y el pueblo vecino estaba lleno de gente entusiasmada por ver a los deportistas en acción. Cande y Aless se prepararon para sus respectivas pruebas. La primera prueba era una carrera de velocidad.

Cande salió disparada como un rayo, pero alguien inesperado también destacaba: ¡era Aless! Aunque no era tan rápido como Cande, su esfuerzo y perseverancia lo habían llevado a mejorar mucho. En la última vuelta, Cande y Aless estaban codo a codo.

La multitud los animaba con entusiasmo mientras cruzaban la línea de meta casi al mismo tiempo. Fue un empate emocionante. Después de esa carrera, ambos se sentían felices y orgullosos del progreso que habían logrado juntos.

No importaba quién ganara o perdiera, lo importante era haberlo intentado y superarse cada día más. A partir de ese momento, Cande y Aless siguieron entrenando juntos e inspirando a otros niños del pueblo a practicar deporte.

Se convirtieron en campeones no solo por su habilidad física, sino también por su amistad y espíritu deportivo. Y así fue como Cande demostró que ser un campeón no solo se trataba de ganar, sino de esforzarse, superarse y ayudar a los demás a alcanzar sus propias metas.

FIN.

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