Juntos por la higiene y la autonomía
Había una vez dos hermanitos, Tomás y Mateo. Tomás era el mayor y ya había aprendido a reconocer cuándo hacer pis, lavarse las manos y muchas cosas más.
A Mateo le encantaba ver a su hermano hacer todas esas cosas como un niño grande, y soñaba con ser como él.
Un día, mientras Tomás se lavaba las manos antes de comer, Mateo se acercó curioso y le preguntó: - ¿Cómo haces para saber cuándo lavarte las manos? ¡Yo también quiero aprender! Tomás sonrió cariñosamente a su hermanito y le explicó:- Mira, Mateo. Cuando siento que mis manitos están sucias o después de jugar en la tierra, sé que es momento de lavarlas para mantenernos sanos.
Mateo asintió emocionado e intentó imitar a su hermano mayor. Pero sus manitos eran tan chiquitas que no alcanzaban bien al agua del grifo. Tomás notó la dificultad de Mateo y le dijo con ternura:- No te preocupes, pequeñín.
Te ayudaré hasta que puedas hacerlo solito. Desde ese día, Tomás acompañaba a Mateo en cada paso: recordándole cuándo ir al baño, animándolo a lavarse las manos y celebrando juntos cada logro.
La paciencia y el amor de Tomás ayudaron a su hermanito a sentirse motivado y seguro. Un sábado por la mañana, mientras jugaban en el jardín, Mateo sintió ganas de hacer pis. - ¡Tomás! -exclamó emocionado-.
¡Creo que ya sé qué tengo que hacer! Tomás lo miró orgulloso y lo alentó:- ¡Eso es genial! Ve corriendo al baño como un campeón. Y así lo hizo Mateo. Corrió hacia el baño sin titubear y logró hacer pipí solito por primera vez.
Al salir del baño con una gran sonrisa en su rostro, abrazó a su hermanito gritando:- ¡Lo logré! ¡Soy como vos! Tomás se emocionó tanto que lo levantó en brazos dando vueltas por toda la casa mientras reían juntos.
Desde aquel día, los dos hermanitos se convirtieron en grandes compañeros de aventuras e inspiración mutua. Y colorín colorado este cuento ha terminado,¡Que lindo es aprender con amor compartido!
FIN.