Juntos somos más fuertes



Había una vez un grupo de niños que iban a la misma escuela. Eran muy diferentes entre sí, pero siempre se llevaban bien y disfrutaban mucho jugando juntos en el recreo.

Un día soleado, durante el recreo, los niños comenzaron a discutir por algo que había sucedido mientras jugaban al fútbol. Martín decía que había sido gol, pero Sofía estaba segura de que no lo era.

La discusión empezó a calentarse y pronto todos los demás niños se unieron a la pelea. "¡Fue gol!", gritaba Martín. "¡No fue gol!", respondía Sofía con firmeza. La situación empeoraba cada vez más. Los gritos y las palabras hirientes volaban de un lado a otro del patio.

Los demás niños no sabían qué hacer para detener la pelea, así que decidieron irse uno por uno hasta quedar solo Martín y Sofía enfrentados en medio del patio.

En ese momento, apareció el señor Rodríguez, el profesor de educación física. Había estado observando toda la situación desde lejos y decidió intervenir antes de que las cosas fueran aún peores. El señor Rodríguez se acercó lentamente hacia Martín y Sofía con una sonrisa amable en su rostro.

Les pidió que bajaran la voz y les preguntó cuál era el motivo de su disputa. Martín explicó con vehemencia cómo él había lanzado un potente disparo al arco y estaba seguro de haber marcado un gol.

Por otro lado, Sofía argumentaba con convicción cómo ella había logrado desviar la pelota justo antes de cruzar la línea de gol.

El señor Rodríguez escuchó atentamente a ambos niños y luego les hizo una pregunta: "¿Y si en lugar de discutir, intentan jugar juntos para resolver este problema?"Martín y Sofía se miraron confundidos, pero aceptaron el desafío. El señor Rodríguez los llevó hasta la cancha de fútbol y les explicó que debían trabajar en equipo para lograr un objetivo común.

Los dos niños comenzaron a jugar juntos, pasándose la pelota, haciendo pases precisos y trabajando en conjunto para llegar al arco contrario. A medida que jugaban, su rivalidad fue disminuyendo y empezaron a disfrutar del juego.

Finalmente, después de varios intentos fallidos, Martín logró hacer un disparo perfecto hacia el arco. Pero justo antes de que la pelota cruzara la línea de gol, Sofía saltó e hizo una increíble atajada. Ambos cayeron al suelo riendo sin parar.

"¡Increíble Sofi!", exclamó Martín. "¡Gracias! Fue genial trabajar juntos", respondió ella con una sonrisa. En ese momento comprendieron algo importante: no importaba quién tenía razón o quién había marcado el gol.

Lo más valioso era haber aprendido a trabajar en equipo y respetar las habilidades del otro. Desde aquel día, Martín y Sofía se convirtieron en grandes amigos.

Jugaron muchos partidos juntos y siempre recordaban lo importante que era dejar las discusiones atrás y aprender a colaborar en equipo. A partir de aquel episodio, todos los niños del colegio aprendieron una gran lección sobre la amistad y la importancia de resolver los problemas sin pelear.

Aprendieron que, a veces, es mejor dejar de lado las diferencias y trabajar juntos para lograr algo más grande. Y así, cada vez que surgen discusiones en el recreo, los niños recuerdan aquella historia y deciden jugar juntos en lugar de pelear.

Porque saben que la verdadera magia se encuentra en la amistad y el trabajo en equipo.

FIN.

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