Juntos somos únicos


Había una vez una escuela en la que todos los niños y niñas eran muy diferentes.

Algunos eran altos, otros bajitos, algunos tenían el pelo rubio, otros moreno y unos pocos tenían limitaciones físicas que les impedían jugar como los demás. Un día, mientras un grupo de estudiantes jugaba al basquet en el patio de la escuela, algunos niños con limitaciones físicas se quedaron mirando desde lejos. Se sentían excluidos y tristes por no poder participar.

Pero entonces llegó el docente de educación física, el profesor Martín. Él notó que algunos estudiantes se habían quedado afuera del juego y decidió hacer algo al respecto.

- ¿Por qué no juegan ustedes también? -preguntó a los niños con limitaciones físicas. - No podemos jugar así -respondió uno de ellos señalando hacia la cancha donde los demás estaban jugando. - Claro que pueden -dijo el profesor Martín-. Solo necesitamos adaptar el juego para que todos puedan participar juntos.

Y así fue como comenzaron a practicar basquet adaptado. El profesor Martín les enseñó nuevas reglas y cómo utilizar sillas de ruedas para jugar en equipo.

Los niños con limitaciones físicas estaban emocionados porque finalmente podían unirse al resto del grupo en una actividad tan divertida como era jugar al basquetbol. El primer partido fue muy emocionante.

Los chicos con discapacidades demostraron su habilidad para lanzar la pelota desde sus sillas de ruedas y anotar puntos junto a sus compañeros sin discapacidad alguna. Todos disfrutaron mucho del juego y se divirtieron juntos. A medida que pasaban los días, el basquet adaptado se convirtió en una actividad regular en la escuela.

Los estudiantes con limitaciones físicas no solo aprendieron a jugar al basquetbol de una manera diferente, sino que también descubrieron nuevas habilidades y fortalezas dentro de sí mismos. Además, sus compañeros sin discapacidad alguna aprendieron a ser más inclusivos y tolerantes.

Juntos, todos trabajaron como equipo para lograr un objetivo común: divertirse jugando al basquetbol. Y así fue como el profesor Martín enseñó a sus estudiantes que las diferencias no nos separan, sino que nos hacen únicos e interesantes.

Todos somos capaces de hacer cosas maravillosas si trabajamos juntos y nos apoyamos mutuamente. Desde entonces, la escuela se convirtió en un lugar donde cada uno era valorado por quien era, sin importar su aspecto físico o habilidades.

Y todo gracias al simple acto del profesor Martín de adaptar el juego para incluir a todos los estudiantes.

Dirección del Cuentito copiada!