Juracán y la diosa de los huracanes



En una isla del Caribe, habitada por los tainos, vivían cuatro dioses muy especiales: Guabancex, la diosa de los huracanes; Juracán, el dios del bienestar y la paz; Yúcahu, el dios de la agricultura y la fertilidad; y Maquetaurie Guayaba, la diosa de las aguas tranquilas.

Un día, Guabancex se enfadó mucho porque los humanos estaban descuidando la naturaleza. Decidió enviar un huracán para recordarles lo importante que era cuidar el medio ambiente.

Los tainos, asustados por la furia de Guabancex, buscaron a Juracán para pedirle ayuda. "-¡Oh gran Juracán! ¡Por favor detén a Guabancex antes de que cause más daño en nuestra isla!", clamaron los tainos con preocupación. Juracán escuchó atentamente sus súplicas y decidió intervenir.

Se enfrentó a Guabancex y le pidió que calmara su ira. La diosa del huracán, al ver la bondad en los ojos de Juracán, decidió cesar su tormenta y regresar a su morada en las alturas.

Los tainos celebraron con alegría la vuelta de la calma gracias a Juracán. Sin embargo, sabían que debían aprender la lección que Guabancex les había dado: respetar y cuidar el entorno natural.

Yúcahu y Maquetaurie Guayaba enseñaron a los tainos a cultivar la tierra con amor y gratitud. Les mostraron cómo mantener un equilibrio con la naturaleza para asegurar una buena cosecha sin dañar el ecosistema. Con el tiempo, los tainos aprendieron a vivir en armonía con su entorno gracias a las enseñanzas de los dioses.

Cuidaban las plantas y animales como regalos sagrados que les brindaba la madre tierra. Así, en aquella isla del Caribe reinaba nuevamente la paz y prosperidad gracias al trabajo conjunto entre humanos y dioses.

Los tainos nunca olvidaron esa lección tan valiosa: respetar y proteger nuestro hogar común para vivir en armonía con todo ser vivo.

FIN.

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