Justina y el abrazo mágico
Había una vez una pequeña niña llamada Justina, quien tenía dos abuelas que eran brujas. Ambas vivían en un oscuro bosque y siempre le daban miedo con sus largas narices y risas malvadas.
Justina no quería visitar a sus abuelas nunca más, pero su mamá insistió en que debía pasar tiempo con ellas. Así que, Justina se armó de valor y fue al bosque a visitarlas.
Cuando llegó al bosque, encontró a sus abuelas sentadas en una mesa llena de pociones extrañas. Justina estaba asustada, pero intentó mantener la calma mientras sus abuelas preparaban algo para ella beber. "¿Qué es eso?"- preguntó Justina con curiosidad.
"Es una poción especial para hacerte valiente como un león"- respondió la abuela mayor. Justina no estaba segura de querer tomar la poción, pero pensó que quizás era lo mejor para enfrentarse a su miedo.
Así que tomó un trago de la poción y sintió cómo el coraje empezaba a crecer dentro de ella. Sin embargo, cuando las brujas le pidieron que hiciera algunas tareas peligrosas para demostrar su valentía, Justina se dio cuenta de que no era suficiente ser valiente por sí sola.
Fue entonces cuando apareció su papá, el príncipe del reino vecino. Él había estado buscando a Justina durante horas y finalmente la encontró en el bosque con sus abuelitas brujas. "¡Papá!"- exclamó Justina emocionada al verlo llegar.
"¿Qué haces aquí?"- preguntaron las brujas enojadas. "Voy a llevarme a mi hija de vuelta al castillo. No es seguro que esté aquí con ustedes"- respondió el príncipe con firmeza.
Justina se sintió aliviada y feliz de estar con su papá, pero también triste por dejar a sus abuelas brujas detrás. Sin embargo, el príncipe le explicó que ella no tenía que enfrentar sus miedos sola y que siempre estaría ahí para protegerla y ayudarla.
Así, Justina aprendió una valiosa lección: la importancia de tener un buen apoyo emocional para superar los obstáculos y miedos en la vida.
Con su papá como guía, Justina se sintió más segura de sí misma y lista para enfrentarse a cualquier desafío que pudiera presentarse en el futuro. Y así termina la historia de Justina, quien aprendió que nunca debemos tener miedo de pedir ayuda cuando nos sentimos inseguros o asustados.
FIN.