Justina y el Rincón de las Ideas Brillantes
Justina era una niña aventurera. Le encantaba jugar al aire libre, correr tras los pájaros y cuidar de su jardín. Pero había un lugar que le llenaba de ansiedad: la escuela. Cada vez que sonaba el timbre, su estómago se hacía un nudo. Justina quería aprender, pero no sabía cómo hacerlo bien.
Un día, mientras jugaba en su jardín, encontró una pequeña piedra brillante. "¡Wow!" -exclamó Justina"No había visto algo así antes." La piedra tenía un brillo que parecía mágico y, al tocarla, sintió un cosquilleo en su mano. "¿Qué será esto?" -se preguntó.
Cuando llegó a casa, decidió llevar la piedra a su charla habitual con su abuelo, un sabio contador de historias. "Abuelo, encontré esta piedra y quiero saber de dónde viene y qué hace."
El abuelo sonrió. "Esa es una piedra de ideas brillantes. Cada vez que te sientas confundida o asustada por algo, solo tienes que tocarla y preguntarte lo que realmente deseas aprender."
Intrigada, Justina siguió el consejo de su abuelo. A la mañana siguiente, se preparó para ir al colegio. Cuando llegó, miró a sus compañeros reír y jugar, pero su ansiedad la envolvió de nuevo. Entonces, recordó la piedra. La sacó de su bolsillo y la tocó. "Quiero aprender a hacer amigos en la escuela y a entender las materias que me enseñan," -pensó.
De repente, sintió que algo dentro de ella cambiaba. Decidida, se acercó a una niña que parecía sola. "Hola, me llamo Justina. ¿Te gustaría jugar conmigo?"
La niña levantó la vista sorprendida. "¡Hola Justina! Soy Sofía, y me encantaría jugar. ¿Te gusta saltar la cuerda?"
Justina sonrió. "¡Sí! Vamos a jugar juntas." Y así, ambas niñas comenzaron a saltar riendo. Justina se dio cuenta de que hacer amigos no era tan difícil como había pensado.
Con cada día que pasaba, Justina tocaba la piedra siempre que se sentía insegura. Se dio cuenta que podía formular preguntas, por ejemplo: "¿Cómo puedo aprender a sumar mejor?" -y así encontraba maneras de estudiar más efectivamente. Ella pidió ayuda a su maestra, que le enseñó juegos con números y ritmos, y comenzó a disfrutar de las matemáticas como nunca.
Sin embargo, no todo era fácil. Un día, durante la clase de arte, la profesora pidió que todos dibujaran sus sueños. Justina se sintió frustrada porque no sabía dibujar como los demás. Miró la piedra y se preguntó: "¿Qué puedo hacer para expresarme mejor?"
En ese instante le vino a la mente una idea brillante. "¡Puedo usar palabras para describir mi sueño!" -pensó. Así que comenzó a escribir una historia sobre un lugar mágico con criaturas fantásticas. Cuando presentó su proyecto, los demás chicos la escucharon con asombro.
"¡Qué increíble es tu historia, Justina!" -dijo un compañero. "Deberías contársela a toda la clase."
Justina se sintió emocionada y un poco nerviosa, pero recordó la piedra y se dio ánimo. "Bueno, voy a intentarlo." Y al finalizar su relato, todos la aplaudieron.
Con el tiempo, Justina no solo aprendió a ser parte de su grupo en clase, sino que también se volvió una gran narradora. Usó su imaginación y las ideas brillantes que la piedra le daba para superar sus temores y mejorar en sus estudios.
Un día, el abuelo le dijo. "Estoy muy orgulloso de ti, Justina. Has aprendido algo valioso: las ideas brillantes siempre están en ti. Solo necesitas creer en ti misma y no dudar en pedir ayuda cuando lo necesites."
Justina sonrió. "¡Gracias, abuelo! Y gracias por la piedra. Siempre la llevaré conmigo como un recordatorio de que cada día es una oportunidad para aprender algo nuevo."
Desde entonces, Justina siguió su camino en la escuela con confianza, haciendo amigos y descubriendo cosas nuevas. Aprendió que la educación era como un jardín: tomaba tiempo, pero florecía con amor y dedicación. Y así, hizo del Rincón de las Ideas Brillantes su lugar especial, donde nunca dejó de soñar.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.