Kaira y Darra en el Campo Encantado



Era una tarde soleada cuando Kaira y Darra decidieron explorar el campo que quedaba detrás de sus casas. Desde que tenían memoria, habían escuchado historias sobre un lugar en el bosque lleno de misterios y sombras. Se decía que estaba embrujado, pero la curiosidad de los niños era mayor que el miedo.

"¿Crees que realmente esté embrujado, Kaira?" - preguntó Darra con sus ojos llenos de emoción.

"No lo sé, pero tengamos cuidado. Lo descubriremos juntos" - respondió Kaira, segura de su amistad.

Los dos amigos se adentraron en el campo, donde los árboles parecían susurrar secretos y el viento traía consigo murmullos extraños. Kaira llevaba una linterna, mientras que Darra sostenía una brújula que su abuelo le había dado, asegurándole que siempre lo llevaría a casa. La aventura comenzó.

A medida que caminaban, encontraron un sendero cubierto de hojas secas que crujían bajo sus pies. Las sombras de los árboles se alargaban, creando formas que parecían moverse. Kaira sintió un escalofrío.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Darra, deteniéndose en seco.

"A lo mejor solo es el viento..." - dijo Kaira, intentando sonar valiente.

Sonando como ecos, risitas y murmullos parecieron provenir de una pequeña cabaña entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, decidieron acercarse.

Al llegar, se dieron cuenta de que la cabaña estaba cubierta de enredaderas y la puerta estaba entreabierta. Con una profunda inhalación, Kaira tomó la delantera.

"Vamos, ¡no hay nada que temer!" - agregó, tratando de animar a Darra.

Al entrar, se encontraron con una habitación llena de objetos extraños: un sombrero de mago, libros polvorientos y un espejo que reflejaba figuras distorsionadas. Todo se sentía mágico y un poco inquietante.

"Mirá el espejo, parece que tiene vida propia" - observó Darra.

Kaira se acercó al espejo.

"¿Qué tal si decimos un hechizo? Tal vez así descubramos por qué este lugar está embrujado" - sugirió.

"¡Buena idea!" - respondió Darra entusiasmado.

Ambos juntos, con una voz temblorosa, dijeron en alta voz:

"Valientes somos, el miedo desvaneceremos, al oscuro encanto nos enfrentaremos".

Al instante, el espejo comenzó a brillar y una risa suave pero amigable emergió de sus reflejos. De repente, una figura apareció en el centro: una anciana con un cabello plateado y una sonrisa cálida.

"No teman, pequeños aventureros. Soy la Guardiana del Campo Encantado. Aquí están las historias y la magia de los que vinieron antes que ustedes" - dijo amablemente, mientras tomaba su sombrero de mago y hacía una reverencia.

Kaira y Darra se miraron confundidos.

"¿Eres tú la razón por la que la gente dice que este lugar está embrujado?" - preguntó Kaira.

"En parte. La gente tiene miedo de lo desconocido. Pero no hay razón para tenerle miedo a la magia o a las historias. Todo lo que ven aquí, son memorias de aventuras, de risas y aprendizajes" - explicó la anciana.

Ellos no podían dejar de asombrarse.

"¿Podemos ser parte de esas historias?" - preguntó Darra con tremenda curiosidad.

"Claro que sí. Cada quién puede escribir su propia historia. Pero, deben recordar que el verdadero poder no está en la magia, sino en la amistad y el valor de enfrentar lo que no conocen" - dijo la anciana.

Kaira y Darra se sintieron inspirados. Antes de marcharse, decidieron llevarse algo de aquel lugar. La anciana les dio un pequeño libro que brillaba con un resplandor dorado.

"Este libro tiene páginas en blanco. Ustedes deben llenarlo con sus propias historias" - les dijo y, a la vez, les sonrió con complicidad.

Con el corazón lleno de valentía, los niños regresaron por el sendero, hablando de las aventuras que escribirían juntos. Con cada paso, sentían que su amistad se hacía más fuerte y su miedo se disipaba como un viejo recuerdo.

Desde ese día, Kaira y Darra visitaron la cabaña regularmente, llenando su libro con cuentos de sus propias hazañas y descubriendo que cada miedo superado les daba una historia hermosa.

Aprendieron que lo desconocido puede ser maravilloso y que la valentía no se mide por la ausencia de miedo, sino por el coraje que uno tiene para enfrentarlo. Así, el campo encantado dejó de ser sinónimo de terror y se convirtió en un lugar de aventuras, donde siempre había algo nuevo por descubrir.

FIN.

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