Kaiwa y el Tren Infinito
Era un día soleado en la ciudad donde vivía Kaiwa, un niño de tres años con una gran pasión: ¡los trenes! Desde que era muy pequeño, soñaba con ver pasar trenes larguísimos que parecían no tener fin. Pero había un pequeño problema: Kaiwa no tenía trenes largos de juguete. Sin embargo, no dejó que eso lo desanimara.
Un día, mientras jugaba en su habitación, una idea brillante le iluminó la cara.
"¡Ya sé!" - exclamó Kaiwa, corriendo a buscar su pequeño tren azul.
Buscó en su caja de juguetes y encontró algunos coches de carrera, unas grúas de juguete y otros vehículos que siempre había acumulado.
"¡Voy a hacer el tren más largo del mundo!" - gritó emocionado, mientras empezaba a atar todos sus juguetes.
Con un poco de hilo y mucha imaginación, comenzó a unir sus cochecitos, grúas y su tren azul. Uno por uno, cada juguete se unía al tren. A medida que el tren crecía, la habitación se llenaba de risas. La madre de Kaiwa, que estaba en la cocina, escuchó el bullicio y decidió asomarse.
"¿Qué está haciendo mi pequeño constructor?" - preguntó, con una sonrisa en los labios.
"¡Mamá, estoy armando un tren infinito!" - respondió Kaiwa, feliz.
A medida que el tren seguía creciendo, Kaiwa decidió llevar su creación al jardín para jugar con más espacio. Una vez afuera, vio a su vecino, un niño un poco mayor llamado Lucas, que estaba jugando solo con su pelota.
"¡Lucas! ¡Mirá mi tren gigante!" - lo llamó Kaiwa, agitando los brazos.
Lucas, curioso, vino a ver.
"¿Eso es un tren?" - preguntó Lucas, algo escéptico.
"¡Sí! ¡Y es el más largo del mundo!" - dijo Kaiwa con orgullo.
Lucas se quedó mirando, impresionado.
"¿Puedo jugar también?" - preguntó.
"¡Por supuesto! Aquí, ayudame a agregar más coches." - contestó Kaiwa.
Juntos, comenzaron a agregar más y más juguetes al tren. Mientras jugaban, se dieron cuenta de que no tenían suficientes juguetes para hacerlo aún más largo. Pero Kaiwa no estaba dispuesto a rendirse.
"Vamos a pedir a nuestros amigos que vengan. Seguro tienen más juguetes que podamos usar para nuestro tren gigante" - sugirió Kaiwa emocionado.
Lucas asintió y poco a poco comenzaron a llamar a más niños del barrio. Al rato, ya tenían a varios amiguitos a su alrededor.
"¡Hagan filas! ¡Traigan sus vehículos! ¡Vamos a hacer el tren más largo del mundo!" - ordenó Kaiwa, y todos se pusieron manos a la obra.
Los niños comenzaron a traer trenes de juguete, camiones, autos, hasta una mini grúa que tenía una de las chicas. El tren se hacía más y más largo, tanto que ya no sabían cuántos metros llevaba.
Pero de repente, ocurrió algo inesperado: al intentar darle una vuelta al jardín, el tren se desarmó en un instante. Juguetes por todos lados.
"Oh no, ¡se rompió!" - gritó Lucas, algo triste.
Pero Kaiwa, sin desanimarse, se rió y dijo:
"No pasa nada, Lucas. ¡Miralo! ¡Podemos volver a armarlo! Además, ahora tenemos más juguetes. ¡Hagámoslo aún más largo!" - propuso con entusiasmo.
Con una nueva perspectiva, los niños trabajaron juntos y aprendieron cómo reenfocar su proyecto. Esta vez, hicieron equipos: unos recogían los juguetes que se habían caído, otros los ataban, y otros decoraban el tren con hojas y flores.
Mientras tanto, empezaron a inventar historias sobre cada uno de los vagones.
"Este es el coche de los helados, y el que sigue es el tren de las aventuras. ¡El siguiente es el tren que trae alegría!" - explicó Kaiwa.
Al finalmente lograr reunir todos los juguetes, el tren era ahora el más largo y divertido que jamás habían visto. Cuando se pararon a contemplarlo, todos comenzaron a aplaudir.
"¡Lo logramos! ¡El tren infinito!" - gritaron al unísono, llenos de alegría.
Kaiwa miró a sus amigos y sonrió, sabiendo que cada juguete era también un pequeño aporte de cada uno.
"¿Vieron? ¡Si trabajamos juntos, podemos hacer cosas increíbles!" - dijo Kaiwa emocionado.
Y así, los niños aprendieron no solo sobre la importancia de la imaginación y la creatividad, sino también sobre el trabajo en equipo, la valentía de levantarse después de un fracaso y el valor de compartir. Juntos, habían creado un tren que nunca olvidarán.
FIN.