Karina, la Maestra del Reloj Descompuesto
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Colorines, una maestra excepcional llamada Karina. Desde que llegó a la escuela, todos los niños se emocionaban por aprender con ella. Sus clases eran divertidas y llenas de sorpresas, con experimentos, cuentos y juegos que hacían que hasta los temas más difíciles se sintieran facilitos.
Sin embargo, había un pequeño problema: Karina siempre llegaba tarde. Todos los días, los niños la esperaban en el aula con ansias, pero a veces pasaban más de media hora antes de que ella hiciera su aparición.
Una mañana, mientras los niños jugaban en el patio, empezaron a hablar sobre la situación.
"¿Por qué Karina llega siempre tarde?" - preguntó Lucas, un niño pequeño con grandes gafas.
"No sé, pero es raro. En realidad, en un día normal, yo también me tengo que apurar para salir de casa y no llego tarde. Mis papás siempre dicen que la puntualidad es importante" - comentó Ana, la más organizada del grupo.
"Sí, pero cuando está aquí, es la mejor. ¡Nos enseña cosas súper divertidas!" - dijo Tomás, animándose.
Los demás asintieron, recordando las risas que compartían durante el recreo y lo interesante que era la forma en que Karina enseñaba. Entonces, Santiago, un niño un poco tímido, tuvo una idea.
"Y si hacemos algo para ayudarla a llegar a tiempo. Podríamos hacer un plan" - propuso.
Los niños se emocionaron con la idea.
"Podríamos hacerle un reloj gigante y colorido que use para despertarse. ¡Así nunca más se atrasará!" - sugirió Ana con una sonrisa.
Los niños decidieron trabajar juntos. Se reunieron después de clases y comenzaron a construir un reloj enorme con cartones y colores brillantes. Estaban tan entusiasmados que no podían dejar de hablar de lo que harían al día siguiente en la escuela.
Al día siguiente, al llegar Karina, los niños la sorprendieron gritando:
"¡Sorpresa!"
Karina se quedó boquiabierta al ver el gran reloj con un hermoso diseño.
"¿Esto es para mí?" - preguntó con los ojos brillando.
"Sí, maestra Karina. Queremos que llegue a tiempo. Es para que siempre pueda estar con nosotros al inicio de clase" - explicó Tomás.
"¡Es maravilloso! Nunca me habían hecho un regalo así" - dijo Karina, conmovida.
Los días pasaron, y aunque al principio Karina seguía llegando un poco tarde, se dio cuenta de que los niños estaban esperando su llegada con esa energía maravillosa. Un día, la maestra decidió hacer un cambio en su rutina.
"Chicos, estoy muy agradecida por el regalo. Ustedes son increíbles. Les prometo que haré un esfuerzo para llegar a tiempo. ¡Quiero disfrutar cada uno de nuestros momentos!" - les dijo Karina, mirándolos a los ojos.
Desde ese momento, Karina comenzó a organizar su mañana mejor. Y aunque de vez en cuando todavía se le escapaba algún minuteo, los niños estaban siempre preparados para darle la bienvenida con grandes sonrisas y aplausos.
Un día, Karina llegó más temprano que nunca, justo a tiempo para que los niños pudieran organizar una actividad especial. Por fin llegó el día en que Karina anunció:
"Hoy haremos nuestro festival de ciencia y arte. Ustedes son los protagonistas. ¡Voy a darles todo el tiempo que necesiten para prepararse!"
Los niños miraron a Karina con ojos bien abiertos, emocionados por la inesperada noticia.
"¡Siiii! ¡Gracias, maestra!" - gritaron todos juntos.
Con el tiempo, se hacían tan buenos amigos que desarrollaron una rutina en la que Karina también compartía algunos trucos para no llegar tarde. Así, los niños aprendieron que podían ayudarse mutuamente y que incluso las pequeñas lecciones diarias pueden ser una gran oportunidad de crecimiento. Karina ya no solo era su maestra, sino también su amiga, y todos juntos encontraron maneras de disfrutar del aprendizaje cada día.
Así, Colorines vivió sabanas aventuras, llenas de risas y creatividad, y Karina se volvió la maestra más querida de toda la región, demostrando que la puntualidad puede ser importante, pero la conexión con los alumnos es aún más valiosa.
FIN.