Karina y el Tiempo Perdido



Era una mañana soleada en la escuela del barrio, donde todos los niños esperaban ansiosos la llegada de su querida maestra, la señorita Karina. Todos la querían tanto porque siempre hacía las clases divertidas y llenas de sorpresas. Sin embargo, había un pequeño problema: ¡Karina siempre llegaba tarde!

Los niños comenzaban a murmurar cada vez que escuchaban el timbre. El reloj marcaba las 8:30 de la mañana, y aún no había señales de su maestra.

"¿Por qué será que la señorita Karina siempre llega tarde?" - preguntó un niño llamado Mateo, mientras jugueteaba con su lápiz.

"No lo sé, Mateo. Pero hoy estoy muy ansioso por ver qué actividad nos tiene preparada" - respondió Sofía, la más curiosa del grupo.

Finalmente, a las 8:45, la puerta se abrió de golpe, y la señorita Karina entró con su cabello revuelto y una gran sonrisa.

"¡Hola, chicos! ¿Listos para un día emocionante?" - exclamó Karina, tratando de ocultar su respiración agitada.

Los niños aplaudieron y gritaron.

"¡Sí, señorita Karina!" - respondieron al unísono.

Karina siempre tenía algo divertido planeado. Hoy era un día especial, porque iban a hacer un experimento con colores. Todos estaban muy emocionados, pero justo en ese momento, alguien levantó la mano.

"Señorita, ¿por qué llega siempre tarde?" - preguntó Leo, el chico más seguro del grupo.

Karina hizo una pausa y miró a sus pequeños alumnos. Sabía que debía ser honesta con ellos.

"Bueno, chicos, a veces me cuesta mucho organizarme por las mañanas. Me distraigo con muchas cosas, como hacer el desayuno, preparar mis materiales… a veces me olvido de la hora" - explicó con sinceridad.

Los niños se quedaron en silencio, pensando en las palabras de su maestra. Era la primera vez que Karina hablaba de su dificultad para llegar a tiempo.

De repente, Sofía levantó su mano nuevamente.

"Señorita Karina, ¿y si hacemos un plan para ayudarla a llegar a tiempo?" - sugirió con entusiasmo.

Los niños comenzaron a murmurar mientras intercambiaban ideas. Fue así como se les ocurrió hacer un calendario de tareas que reflejara las cosas que tenían que hacer por la mañana. Así, Karina podría organizarse mejor.

"Nosotros podemos hacerle recordatorios con carteles coloridos" - dijo Mateo, emocionado.

"¡Y podemos diseñar una canción para que no se olvide de la hora!" - agregó Valeria, mientras todos reían con la idea.

Karina miró a sus pequeños y se sintió abrumada por su apoyo. Nunca había imaginado que sus alumnos quisieran ayudarla a ser más puntual.

"¡Qué gran idea! Me encantaría contar con su ayuda, chicos" - sonrió Karina, sintiéndose más ligera.

Así, en la semana siguiente, los niños empezaron a trabajar en su proyecto. Hicieron coloridos carteles con horas, dibujos de relojes y hasta una canción divertida que decían entre risas:

"Karina, no te duermas más, que en la escuela te queremos ver ya!" - cantaban mientras reían descontroladamente.

Cada mañana, cuando llegaba el momento de entrar, Karina se encontraba con un nuevo cartel en la puerta que decía:

"¡Buenos días, Karina! ¡Es hora de la escuela!"

Los pequeños nunca dejaron de animarla, y, poco a poco, Karina comenzó a llegar más temprano. Un día, al entrar a la clase, se encontró con una gran sorpresa.

"¿Qué es esto?" - preguntó asombrada al ver un mural lleno de dibujos de relojes y flores que los niños habían hecho en su honor.

"Es una forma de agradecerle, señorita, por ser la mejor maestra y por esforzarse cada día" - dijo Leo, destacando el esfuerzo que había hecho Karina incluso al llegar tarde.

Desde ese día, Karina no solo llegó puntual a la escuela, sino que también aprendió que siempre podía contar con sus alumnos para motivarse y organizarse mejor. ¡Había nacido un equipo!

Con el tiempo, Karina y sus alumnos seguían innovando y haciendo de su aula un lugar único, lleno de risas, aprendizajes y colores. Asumieron que todos tienen sus propias dificultades, pero juntos, podían superarlas.

Y así, la maestra tardona se convirtió en la maestra puntual, siempre deseosa de aprender más y mejor.

"Gracias a todos ustedes por ayudarme a ser mejor persona y mejor maestra. ¡Los quiero mucho!" - les dijo un día Karina, mientras abrazaba a sus pequeños con un enorme cariño.

Todos se rieron, sabiendo que, aunque la puntualidad no había sido su fuerte, el amor y la dedicación de su maestra siempre lo serían.

FIN.

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