Karina y el Valor de la Puntualidad



En un pequeño y colorido barrio, había una escuela donde los alumnos la adoraban. Su maestra, Karina, era conocida por su bondad y su creatividad; siempre tenía una nueva actividad o una forma divertida de enseñar matemáticas. Sin embargo, había un pequeño problema: Karina siempre llegaba tarde. Esto hacía que los alumnos se preguntaran, intrigados, por qué su maestra no llegaba a tiempo.

Una mañana, mientras los chicos esperaban en el aula, Juanito, un niño curioso, preguntó:

"¿Por qué siempre llega tarde la seño Karina?"

"No lo sé, a lo mejor tiene un superpoder que la hace volar y se distrae en el camino", respondió Valentina, riendo.

"O capaz tiene un calendario mágico que se mueve lento" interrumpió Gonzalo.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y Karina atravesó el umbral con una gran sonrisa, dos minutos tarde, como siempre.

"¡Buenos días, mis amores! ¡Disculpen la tardanza! Estuve ayudando a un pajarito a salir de un árbol", aseguró mientras se sacudía un poco el polvo de su ropa.

Los chicos sonrieron, no podían enojarse con ella. Karina continuó:

"Hoy aprenderemos sobre conteos y números. ¿Quién quiere empezar?"

A medida que el día avanzaba, la clase se llenó de risas y aprendizaje. Pero al final del día, los chicos no podían dejar de pensar en la misteriosa tardanza de su maestra.

Al siguiente día, decidieron hacer un plan.

"Vamos a seguirla y descubrir por qué llega tarde", propuso Juanito. Todos estuvieron de acuerdo.

Después de la clase, se escondieron detrás de unos arbustos mientras Karina salía de la escuela. Ella caminaba, sonriendo y saludando a todos en el camino, lo que les parecía muy bonito.

Fatigados del seguimiento, finalmente se acercaron.

"Seño Karina, ¿por qué llega tarde?"

"Oh, chicos, tengo un compromiso especial con el barrio. Siempre ayudo a los vecinos que lo necesitan, como llevar las compras a la señora Rosa o arreglar el jardín de Don Miguel. Entonces me atraso un poco."

Los chicos se miraron entre sí. Siendo así, entendieron. Sin embargo, también notaron que algo faltaba.

"Pero seño, ¿y si luego les llegamos a perder la oportunidad de aprender algo nuevo porque llega tarde?" preguntó Gonzalo.

"Tienen razón, mis pequeños. A veces me emociono ayudando a los demás, pero me iría bien una lección de organización. Siempre he querido ser puntual, pero me olvidé de que la escuela es tan importante como ayudar," dijo Karina con determinación.

Así que, juntos, hicieron un plan. La siguiente semana, Karina se comprometió a salir un poco más temprano de su casa y los alumnos decidieron hacer una gran cartulina con un dibujo de un reloj y la frase: "La puntualidad también es una forma de cuidar a los demás."

Y así, Karina empezó a llegar a tiempo. Los chicos estaban felices de aprender sin interrupciones.

Un día, a final de mes, Karina decidió celebrar su logro.

"¡Mis queridos estudiantes! Hoy tenemos una sorpresa. ¡Vamos a tener una fiesta para celebrar nuestra nueva puntualidad!"

Todos se emocionaron y se pusieron a pensar en qué traería cada uno. Karina entonces se puso seria y dijo:

"Quiero que cada uno de ustedes les cuente a sus papás lo que hemos aprendido sobre ayudar a los demás y la importancia de la puntualidad."

El día de la fiesta, todos compartieron lluvias de ideas y aportaron un pequeño plato de comida para festejar. También se comprometieron a seguir ayudando a los vecinos pero sin que eso afectara su rendimiento escolar.

Desde entonces, Karina no solo fue una maestra puntual, ¡también se convirtió en una heroína del barrio y del aula! Los alumnos aprendieron que ayudar es importante, pero lo es también cumplir con los compromisos.

Y así, Karina siguió educando a sus pequeños estudiantes, haciendo un hermoso equilibrio entre el amor por su trabajo y el amor por su comunidad.

FIN.

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