Karola y la Aventura del Juego Perdido



Era un día soleado en el pueblo de Palabrilla, donde todos los niños jugaban felices en el parque. Pero en la casita de Karola, las cosas eran un poco diferentes. Karola, una niña de siete años con una grandísima imaginación, se encontraba en su cama, sintiéndose un poco mal y con poca energía.

"Hoy no quiero jugar...", suspiró Karola, mirando por la ventana cómo sus amigos corrían y reían a la sombra de los árboles.

La mamá de Karola, preocupada por su pequeña, se acercó con cariño.

"Karola, querida, ¿no quieres hacer algo divertido? Podemos leer un libro juntas o armar un rompecabezas."

Karola movió la cabeza en señal de que no. Esa tarde, su amiga Mónica llegó a la casa y se asomó por la ventana.

"¡Karola! ¡Ven a jugar! Hay una nueva caja de juegos en el parque. ¡Es súper divertida!"

Karola se sintió un poco triste al escuchar esas palabras.

"No puedo, Mónica. No me siento bien."

Pero Mónica no se dio por vencida.

"¿Y si hacemos una aventura en tu habitación? Podemos utilizar tus juguetes e inventar un juego nuevo. ¡Solo nos falta un poco de imaginación!"

Karola sonrió levemente, pero la idea de levantarse le costaba. Mónica, viendo la situación, decidió actuar.

"¡Ya sé! Vamos a hacer una búsqueda del tesoro. Yo me encargaré de inventar pistas y todo, y vos podés ayudarte con los mapas. ¡Va a ser lo más!"

Karola, intrigada, se sentó en la cama y pensó.

"¿Continúa, Mónica?"

"Perfecto. Yo voy a esconder algunos juguetes y vos tendrás que ayudame a encontrarlos. Pero lo haremos en el mundo de nuestra imaginación. La habitación será una selva llena de peligros y tesoros. ¡Te necesito como aventurera!"

Karola no pudo resistir la emoción.

"¡Me gusta la idea! Vamos a salvar a la selva. "

Mónica recorrió la habitación simulando buscar pistas y, al mismo tiempo, escondiendo juguetitos por el cuarto. Mientras tanto, Karola dibujó un mapa imaginario con ríos, montañas y hasta un volcán de chocolate.

"¡Listo! Ahora somos las valientes exploradoras de la selva! , exclamó Karola, tratando de mantener su mejor ánimo.

"Así es, ¡y debemos ser rápidas porque el volcán a punto de erupcionar!", dijo Mónica, con voz dramática.

Las dos niñas comenzaron a buscar por pacientes un tesoro. Se reían y sabían que con cada búsqueda, cada pista resuelta, Karola se iba sintiendo mejor, casi como si el malestar se escapara por diversión.

"¡Ah! Allí, debajo de la almohada, encontré la primera pista!", gritó Mónica.

Luego, el juego se trasladó a la isla de los peluches, donde tenían que rescatar a un oso de peluche que había sido capturado por piratas de juguete. Karola comenzó a dar instrucciones y asumió el rol de capitán mientras Mónica seguía como su fiel marinera.

"Debemos escalar la montaña de almohadas y conquistar el tesoro antes de que caiga la noche. ¡Vamos!"

Después de una larga búsqueda llena de risas y aventuras, finalmente encontraron el gran tesoro: un cofre lleno de caramelos y un nuevo juego de mesa.

"¡Lo logramos!", gritó Karola, su voz llena de energía y alegría.

"¡Sí! Y todo gracias a que seguimos tu valiente liderazgo, capitán Karola", dijo Mónica, abrazando a su amiga.

Karola se sintió feliz. Ya no pensaba en no querer jugar, ni en el malestar. Se dio cuenta de que, a veces, solo necesitaba un poco de ayuda y creatividad para convertir un día gris en una aventura llena de colores.

"Mónica, gracias por traer la diversión a mi habitación. ¿Puedo contagiarle a otros el juego?"

"¡Por supuesto! La mejor parte del juego es compartirla."

Y así, las dos amigas comenzaron a planear cómo invitar a todos sus amigos para disfrutar juntas de la búsqueda del tesoro en el parque al día siguiente, prometiendo que la diversión no se detendría. Karola aprendió que siempre hay manera de encontrar alegría, incluso en los días que se sientan un poco nublados. Lo más importante es que hay que compartirlo con quienes amamos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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