Karolina y el tesoro de Ecuador



Había una vez en un pequeño pueblo de Ecuador, una niña llamada Karolina. Desde que era muy pequeña, Karolina mostraba un gran interés por conocer más sobre su país y su cultura.

Siempre hacía preguntas a sus padres y maestros sobre la historia de Ecuador, las tradiciones locales y la diversidad de su gente.

Un día, mientras paseaba por el parque con su abuelita Rosa, Karolina vio a un grupo de niños jugando alrededor de una estatua en honor a un héroe nacional ecuatoriano. Intrigada, se acercó para ver de quién se trataba. - Abuelita Rosa, ¿quién es este señor de la estatua? - preguntó Karolina señalando al monumento.

- Ese es Eloy Alfaro, un presidente muy importante en la historia de nuestro país - respondió su abuelita con una sonrisa. Karolina escuchó atentamente mientras su abuelita le contaba sobre la vida y obra de Eloy Alfaro.

Quedó tan fascinada que decidió investigar más sobre otros personajes históricos ecuatorianos. Los días siguientes, Karolina pasaba horas leyendo libros y buscando información en internet sobre Simón Bolívar, Manuela Sáenz y otros héroes nacionales.

Cada nueva historia que descubría despertaba en ella un sentimiento de orgullo por ser ecuatoriana. Un fin de semana, Karolina viajó con su familia a la Sierra ecuatoriana.

Mientras recorrían los pintorescos pueblos andinos y admiraban los imponentes volcanes cubiertos de nieve, Karolina no dejaba de hacer preguntas sobre la geografía del país y la forma en que las comunidades indígenas vivían en armonía con la naturaleza. - ¡Qué lindo es nuestro Ecuador! - exclamó Karolina emocionada al contemplar el paisaje desde lo alto de una montaña.

Pero no todo fue color rosa durante el viaje. Una tarde, mientras visitaban una reserva natural, Karolina se separó del grupo sin darse cuenta. Cuando quiso regresar, se dio cuenta de que estaba perdida en medio del bosque.

Asustada pero decidida a encontrar el camino a casa, recordó lo que había aprendido sobre orientación en sus clases de ciencias naturales.

Siguiendo el curso del sol y escuchando atentamente los sonidos del bosque logró encontrar el sendero correcto que la llevaría de vuelta junto a su familia. Al reunirse con sus padres y abuelita Rosa, todos le preguntaron preocupados dónde había estado. Con valentía y emoción les contó cómo había logrado orientarse sola gracias a sus conocimientos previos e instintos naturales.

Desde ese día, Karolina supo que seguiría siendo una niña curiosa e inquieta por descubrir más sobre su lindo Ecuador.

Crecería valorando cada rincón del país, cada historia compartida por sus ancestros y cada aventura vivida como parte fundamental de su identidad como ecuatoriana.

FIN.

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