Katalina y sus amigos peludos
Había una vez en un colorido vecindario de Buenos Aires, una niña llamada Katalina. Katalina tenía tres gatos: Mimo, Pinta y Rolo, y dos perros: Max y Lila. También adoraba cuidar de sus plantitas en un rincón especial de su jardín. Su habitación era un verdadero refugio, llena de libros, juguetes y un aire de alegría que contagiaba a todos.
Un día, mientras acariciaba a Mimo, Katalina sintió que muy adentro había una nube gris que oscurecía su ánimo. "¿Por qué no estoy tan feliz como siempre?", pensó mientras observaba a sus amigos animals jugar entre ellos.
"¿Katalina, estás bien?"- preguntó Lila, moviendo su cola con preocupación.
"No sé, Lila... me siento un poco triste y sin ganas de jugar", respondió Katalina.
"Quizás necesitamos hacer algo divertido para animarte", sugirió Max, lamiendo suavemente su mano.
Katalina sonrió, pero aún sentía esa neblina en su cabeza. De pronto, una idea brillante cruzó su mente: ¡tenía que hacer algo especial con sus animales! Justo cuando estaba a punto de poner su plan en acción, vio a sus plantitas, hermosas y radiantes.
"¿Qué tal si hacemos una búsqueda del tesoro en el jardín?"- exclamó Katalina, más animada.
"¡Siii!"- ladraron Max y Lila al unísono, meneando sus colas. Mimo y Pinta, al escuchar las voces, saltaron de un lado a otro, emocionados.
Katalina se puso manos a la obra y dibujó un mapa del jardín, marcando diferentes lugares donde escondió pequeñas sorpresas: galletitas para perros, juguetes para gatos y semillas para las plantitas.
"Listo!"- dijo Katalina, mientras miraba su mapa. "El primer tesoro está escondido detrás de la maceta más grande".
Los perros y gatos corrieron hacia la maceta mientras Katalina los guiaba:
"¡Búsqueda, búsqueda! ¡A ver quién encuentra primero!"- gritó Katalina con entusiasmo.
Mientras jugaban, risas y ladridos llenaban el aire. Mimo sorprendió a todos dando un gran salto y descubriendo la primera galletita oculta. "¡Lo encontré!"- maulló contento.
Katalina sentía que su nube gris se desvanecía poco a poco. Cada risa, cada patita moviéndose, la llenaba de energía. El juego continuó durante horas, y en cada rincón del jardín encontraban algo nuevo: desde una pelotita hasta una semilla mágica que Katalina prometió plantar después.
Al caer el sol, Katalina se tumbó en el césped, exhausta pero feliz. Al mirar a sus amigos, comprendió que la felicidad estaba justo allí, en las cosas simples: el amor, la amistad y la naturaleza.
"Gracias, chicos. Realmente me alegro de haber jugado juntos. ¡La risa es el mejor remedio!"- dijo Katalina, acariciando a sus animales.
"Y no olvides que siempre estamos aquí para ti, Katalina"- ladró Max, mientras Lila le lamía la cara.
Esa noche, mientras se acomodaba en su cama, Katalina pensó: "Cada vez que me sienta un poco baja de ánimo, sé que siempre puedo contar con ustedes, mis amigos animals, y con mi jardín lleno de vida. ¡Aprender y jugar siempre son buenas terapias!"
Así, Katalina se quedó dormida con una sonrisa, sabiendo que la alegría estaba a su alrededor y que siempre podía seguir aprendiendo y explorando junto a sus queridas mascotas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.