Katherina, la princesa feliz



Katherina era una niña de siete años que estaba en segundo grado de la escuela. A pesar de ser una niña llena de alegría y vitalidad, todos los días se encontraba llorando a la entrada y salida de la escuela. Su mamá, muy preocupada, intentaba consolarla, pero Katherina repetía una y otra vez que no quería volver a esa escuela. Después de muchas conversaciones y lágrimas, se tomó la decisión de cambiarla de escuela.

Esa mañana, Katherina se despertó con una sonrisa en el rostro. Estaba emocionada por comenzar su primer día en la nueva escuela. Se vistió con su vestido favorito de princesa y se miró al espejo.

"Hoy comienza una nueva aventura", pensó mientras se ajustaba la corona que siempre llevaba en su cabeza. Al llegar a su nueva escuela, fue recibida con alegría por sus nuevos compañeros y docentes. La maestra, la Señorita Lucía, se acercó a saludarla.

"¡Hola, Katherina! ¿Cómo te sientes en tu primer día aquí?" -preguntó la Señorita Lucía con una cálida sonrisa.

"Me siento como una princesa", respondió Katherina con entusiasmo.

A lo largo del día, Katherina se dio cuenta de que en su nueva escuela todo era diferente. Los niños eran amables, las clases eran entretenidas y la Señorita Lucía siempre estaba dispuesta a escucharlos.

Con el paso de los días, Katherina dejó de llorar a la entrada y salida de la escuela. Ahora, iba feliz y emocionada por aprender cosas nuevas. La Señorita Lucía notó el cambio en Katherina y, un día, le preguntó qué era lo que hacía que se sintiera tan contenta.

"En mi nueva escuela, me siento como una princesa. Aquí todos me tratan con amabilidad y puedo ser quien realmente soy", le explicó Katherina a su docente. La Señorita Lucía sonrió y le dijo:

"Katherina, siempre recuerda que dentro de ti hay una princesa valiente y especial. No dejes que nada ni nadie apague tu luz. Cada día es una nueva aventura y tú eres la protagonista de tu propia historia. Siempre mantén esa alegría y positividad que te caracteriza".

Desde ese día, Katherina se convirtió en la princesa de su propia historia. Aprendió a valorarse a sí misma, a disfrutar de los pequeños momentos y a enfrentar cualquier desafío con valentía. Cada día en su nueva escuela era un día lleno de aprendizaje, amistad y diversión. Y así, Katherina descubrió que no necesitaba un castillo para ser una princesa, porque la magia estaba dentro de ella.

FIN.

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