Katherine y su brillo interior



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, una niña llamada Katherine. Desde pequeña, Katherine era conocida por su amabilidad y empatía hacia los demás.

Siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos y vecinos en todo lo que necesitaran. Sin embargo, a medida que Katherine fue creciendo, comenzó a enfrentarse a situaciones que le generaban sentimientos de rabia, miedo y angustia.

En la escuela, algunos niños se burlaban de ella por ser tan amable, mientras que en casa, había momentos de tensión entre sus padres que la llenaban de tristeza. Poco a poco, Katherine fue cerrando su corazón para protegerse de esos sentimientos desagradables.

Creó una coraza psicológica y física alrededor de sí misma para no dejar entrar ninguna emoción negativa. Se volvió más reservada y distante con los demás, evitando mostrar sus verdaderos sentimientos.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano al pueblo, Katherine se encontró con un hada madrina muy especial. El hada podía ver más allá de la coraza que Katherine había creado a su alrededor y sabía que en el fondo seguía siendo aquella niña amable y empática. "-Hola, querida Katherine -dijo el hada con voz melodiosa-.

Sé que has pasado por momentos difíciles que te han llevado a protegerte detrás de esta coraza. Pero recuerda que tu verdadera fortaleza radica en tu capacidad para sentir y expresar tus emociones.

"Katherine se sorprendió al escuchar estas palabras. Nadie antes le había hablado de esa manera tan comprensiva y sabia.

El hada madrina le tendió una varita mágica y le dijo:"-Con esta varita podrás romper la coraza que has construido a tu alrededor y volver a conectar con tus emociones. No temas mostrar quién eres realmente.

"Con un poco de duda pero también con esperanza en su corazón, Katherine tomó la varita mágica y pronunció las palabras mágicas: "¡Abracadabra!"En ese momento, sintió como si un peso enorme se hubiera levantado de sus hombros. La coraza empezó a desvanecerse lentamente hasta desaparecer por completo.

Por primera vez en mucho tiempo, pudo sentir la brisa fresca acariciando su rostro y escuchar el canto de los pájaros con claridad. Desde ese día, Katherine decidió abrir su corazón nuevamente hacia el mundo. Aprendió a aceptar todas sus emociones, tanto las positivas como las negativas, como parte natural de su ser.

Descubrió que mostrar vulnerabilidad no era sinónimo de debilidad sino todo lo contrario: era muestra de valentía y autenticidad. La noticia sobre la transformación de Katherine se extendió rápidamente por todo el pueblo.

Sus amigos y vecinos notaron el cambio en ella y pronto volvieron a acercarse para compartir risas, alegrías e incluso tristezas juntos.

Y así, gracias al poder del amor propio y la aceptación incondicional de sí misma, Katherine volvió a brillar como siempre lo hizo: siendo una niña sociable, empática e inspiradora para todos los que tenía cerca.

FIN.

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