Kika, la alienígena perdida



Había una vez, en un lejano planeta, una pequeña alienígena llamada Kika. Un día, mientras exploraba el espacio, su nave sufrió un desperfecto y Kika se perdió en el inmenso universo. Después de vagar sin rumbo durante mucho tiempo, Kika llegó a un planeta llamado Tierra. Aterrizó en medio de la selva, justo en el territorio de la tribu los trostes.

- ¡Vaya, vaya, qué tenemos acá? – exclamó el jefe de la tribu al ver a Kika.

- ¡Hola! Soy Kika, vengo de un planeta muy lejano. Estoy perdida y necesito ayuda – respondió Kika, un poco asustada.

Los trostes, curiosos y amables, rodearon a Kika para conocerla mejor. A pesar de las diferencias, Kika se sintió aceptada y bienvenida en la tribu.

- Kika, no te preocupes. Aquí te ayudaremos a encontrar la manera de regresar a tu planeta – dijo el jefe de la tribu con amabilidad.

Kika comenzó a vivir con los trostes, aprendiendo sus costumbres y compartiendo sus conocimientos alienígenas. Pronto se dio cuenta de que, aunque eran muy diferentes, todos tenían algo en común: el deseo de vivir en armonía con la naturaleza.

- Kika, ¿cómo es tu planeta? – preguntó curioso un joven troste llamado Tiko.

- Mi planeta es muy especial. Allí cuidamos la naturaleza y respetamos a todas las formas de vida. Creemos que es importante proteger nuestro hogar – explicó Kika con entusiasmo.

Los trostes quedaron impresionados por las historias de Kika y comenzaron a cambiar su forma de ver el mundo. Juntos, exploraron la selva, descubriendo nuevas especies de plantas y animales, y aprendieron a cuidar aún más su entorno.

- Kika, gracias a ti, hemos aprendido mucho sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Aunque seas diferente, has traído grandes enseñanzas a nuestra tribu – expresó el jefe de la tribu, con gratitud en sus ojos.

Con el tiempo, Kika y los trostes lograron reparar la nave espacial de Kika, quien estaba lista para regresar a su planeta. Aunque se despedían con tristeza, todos sabían que su amistad perduraría para siempre.

- Kika, nunca te olvidaremos. Gracias por enseñarnos a ser mejores guardianes de la naturaleza – dijo Tiko, con los ojos brillantes de emoción.

Kika abrazó a sus amigos trostes y, con una sonrisa en su rostro, emprendió su viaje de regreso a casa.

Desde entonces, la tribu los trostes se convirtió en protectora de la selva, siguiendo el ejemplo de Kika. Y Kika, en su planeta, recordaba con cariño a sus amigos terrestres, agradecida por la lección de amistad y cuidado del medio ambiente que le habían brindado.

- El amor y la amistad no conocen fronteras, ni planetarias ni terrestres. Juntos, podemos hacer del universo un lugar mejor – reflexionó Kika, mirando las estrellas.

FIN.

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