Kiko, el héroe peludo



Había una vez un perro llamado Kiko, un simpático y juguetón cachorrito que vivía feliz en su hogar junto a un niño llamado Lucas.

A Lucas le encantaba jugar con Kiko, corrían juntos por el parque, se echaban la siesta abrazados y compartían sus meriendas. Un día, la mamá de Lucas decidió que ya no podían tener a Kiko en casa porque era muy travieso. Lucas intentó convencerla de lo contrario, pero fue inútil.

Así que, con mucha tristeza en el corazón, tuvo que dejar a Kiko en la calle. Kiko no entendía qué había hecho mal para merecer ser abandonado. Se sintió solo y perdido en medio de tanto ruido y movimiento.

Pasaron los días y las noches sin comida ni agua, esquivando autos y buscando un lugar donde resguardarse del frío. Un grupo de niños del barrio veían a Kiko deambular por las calles y decidieron acercársele.

Al principio, Kiko desconfiaba de ellos debido al abandono sufrido; sin embargo, poco a poco fue aceptando su ayuda y cariño. "¿Cómo te llamas?", le preguntó Sofía, la más pequeña del grupo. -Kiko -respondió tímidamente el perrito.

"No te preocupes, aquí estarás seguro", dijo Martín con dulzura. Los niños se turnaban para llevarle comida a Kiko todos los días. Le construyeron una casita con cajas viejas y mantas para que pudiera dormir cómodo.

Incluso lo bañaron con mucho cuidado para que estuviera limpio y reluciente. Con el tiempo, Kiko comenzó a recuperar la confianza en las personas gracias al amor incondicional de esos niños bondadosos. Juntos pasaban tardes enteras jugando en el parque y paseando por las calles del barrio.

Un día lluvioso, mientras caminaban juntos por la plaza, escucharon unos maullidos desesperados provenientes de un árbol cercano. Era un gatito atrapado entre las ramas mojadas por la tormenta. "¡Tenemos que ayudarlo!", exclamó Lucas decidido.

"Pero ¿cómo vamos a hacerlo?", preguntó Sofía preocupada. "Vamos a buscar algo para subirnos al árbol", propuso Martín rápidamente. Entre todos buscaron palos largos hasta encontrar uno lo suficientemente robusto como escalera improvisada.

Con mucho esfuerzo lograron rescatar al gatito empapado y tembloroso. El gatito les dio las gracias con suaves ronroneos mientras se refugiaba bajo el abrigo cálido de los niños y de Kiko.

Desde ese día formaron una gran familia donde cada uno cuidaba del otro con amor y comprensión. Y así fue como Kiko pasó de ser un simple juguete abandonado a convertirse en un valiente héroe rescatista junto a sus nuevos amigos inseparables: Lucas, Sofía y Martín.

FIN.

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