Kilos y kilos de Santa Jordi
En una pequeña ciudad argentina llamada Villa Esperanza, vivía un niño llamado Facundo. Era el mes de abril y se acercaba el día de Santa Jordi, una festividad en la que las personas intercambiaban libros y rosas como muestra de amor y amistad. Facundo estaba muy emocionado, ya que le fascinaba leer cuentos y aprender cosas nuevas. Sin embargo, el problema era que en la ciudad no había librerías y era muy difícil conseguir libros.
Un día, mientras paseaba por el parque, Facundo se encontró con el anciano Don Ernesto, quien era conocido por su sabiduría y amabilidad. Don Ernesto le dijo a Facundo que en su juventud había recorrido el mundo y tenía una colección de libros maravillosos, pero que desde hacía muchos años ya no los leía y estos estaban guardados en su vieja casa. Sin dudarlo, Facundo le pidió permiso para ver los libros y Don Ernesto, con una sonrisa en el rostro, aceptó.
Al entrar a la casa, Facundo quedó maravillado al ver una enorme cantidad de libros de cuentos, novelas, poesías y mucho más. Había kilos y kilos de libros apilados por todos lados. Emocionado, comenzó a hojear uno tras otro, sumergiéndose en historias fantásticas y descubriendo mundos desconocidos. Don Ernesto, al ver la pasión de Facundo por la lectura, decidió regalarle algunos de sus libros para que pudiera disfrutarlos.
Facundo no podía creer su suerte, pero entonces recordó que no tenía nada para regalar en el día de Santa Jordi. Con tristeza en su corazón le dijo a Don Ernesto que no podría participar en la festividad, ya que no tenía una rosa para intercambiar. Sin embargo, Don Ernesto le dijo que el trueque no siempre debía ser material, y que él le estaba dando algo mucho más valioso: el conocimiento a través de los libros.
Con esa inspiradora enseñanza, Facundo decidió regalar un cuento que había escrito él mismo, como muestra de su cariño y gratitud hacia Don Ernesto. El día de Santa Jordi, la sorpresa de todos fue ver a Facundo intercambiando su cuento con otros niños y adultos, quienes lo recibieron con alegría y admiración.
A partir de ese día, Facundo se convirtió en un defensor de la lectura en su ciudad. Organizó trueques de libros, creó un club de lectura y motivó a otros niños a descubrir el maravilloso mundo de la literatura. Don Ernesto, orgulloso de él, le regaló el mayor tesoro de todos: su antigua biblioteca completa.
Y así, kilos y kilos de historias mágicas llegaron a Villa Esperanza, gracias a la generosidad de un viejo sabio y al corazón noble de un niño dispuesto a compartir el amor por la lectura.
FIN.