Kipu y la Aventura en el Bosque Mágico



Había una vez, en un pueblito del campo, un indiecito llamado Kipu. Kipu era pequeño, de orejas puntiagudas y una energía inagotable. Pero además de ser muy travieso, tenía un gran corazón y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos. Un día, mientras jugaba en el bosque, escuchó un murmullo extraño que provenía de detrás de unos arbustos.

"¡Hola! ¿Quién está ahí?" - se asomó Kipu, curioso.

De entre las hojas verdes apareció una pequeña ardilla con una cara preocupada.

"Soy Ciri, la ardillita. ¡Necesito tu ayuda!" - exclamó Ciri, mientras su cola se movía nerviosamente.

Kipu se acercó, intrigado.

"¿Qué te pasa, Ciri?" - preguntó, inquieto por la situación.

"El otro día, mientras recolectaba nueces, un grupo de pájaros se llevó todas mis provisiones. ¡Ahora no tengo nada para comer!" - respondió Ciri, con lágrimas en sus ojos.

Kipu, sintiendo una punzada en su corazón, decidió ayudar a su nueva amiga.

"¡No te preocupes! Juntos podemos recuperar tus nueces. Tengo un plan genial. Vamos a la Cueva de los Ecos, allí viven los pájaros. ¡Ellos tal vez nos devuelvan las nueces!" - dijo Kipu con entusiasmo.

Ciri sonrió.

"¡Eres muy valiente! No sé si podré enfrentarme a ellos, son bastante grandes..." - murmuró la ardillita.

"¡Tú puedes, Ciri! Solo hay que ser astutos. Vamos, no hay tiempo que perder!" - dijo Kipu, listo para la aventura.

Los dos amigos se adentraron al bosque, siguiendo un sendero lleno de flores de colores y mariposas que danzaban en el aire. Mientras caminaban, Kipu le contó a Ciri sobre su travesura favorita: hacer travesuras a los otros animales del bosque.

"Una vez, escondí todas las bellotas de Javier el puerquito. Fue tan gracioso ver cómo se volvía loco buscándolas!" - contó Kipu riendo.

"¡Kipu! A veces hay que ser considerado con los demás. Las travesuras pueden hacer reír, pero también pueden hacer llorar a alguien. La bondad es un poder muy grande" - explicó Ciri, recordando lo triste que estaba cuando le robaron sus nueces.

Kipu se detuvo y pensó.

"Tenés razón, Ciri. Prometo que no haré más travesuras que lastimen a mis amigos. Ayudarte es más divertido que hacerles bromas."

Finalmente, llegaron a la Cueva de los Ecos. Fuera de la cueva, un grupo de pájaros charlaba, picoteando algunas nueces.

"¡Hola, pájaros!" - gritó Kipu, tratando de ser valiente. "¡Queremos hablar con ustedes!"

Los pájaros se detuvieron y lo miraron con curiosidad.

"¿Qué quieren, pequeño indiecito?" - preguntó el líder del grupo.

"Nosotros hemos venido a pedirles que devuelvan las nueces que le robaron a Ciri la ardillita. Son importantes para ella.¡Necesita comer!" - dijo Kipu, lleno de determinación.

Los pájaros se miraron entre sí, riendo de manera burlona.

"¿Y por qué deberíamos devolverles nada? ¡Son nuestras ahora!" - replicó uno de ellos, alzando la cabeza con arrogancia.

Kipu sintió el miedo apoderarse de él, pero no se iba a dar por vencido.

"Porque, si compartimos y ayudamos a los demás, todos viviremos felices. Podemos jugar y divertirnos juntos, ¡sin necesidad de robarnos nada!" - dijo, elevando su tono. Ciri asintió con fuerza detrás de él.

El líder de los pájaros, pensativo, pareció reflexionar sobre las palabras del indiecito.

"Hmm... Nunca pensamos en ayudar a los demás. Solo queríamos asegurarnos de tener suficiente. Pero tal vez podríamos... compartir las nueces. Nos gustaría jugar también." - sugirió el líder, con una pequeña sonrisa.

Kipu sonrió de oreja a oreja.

"¡Eso es! Vamos, Ciri, ¡a jugar! Juntos podemos hacer que el bosque sea un lugar divertido para todos." - exclamó, feliz.

Entonces, los pájaros comenzaron a devolver las nueces a Ciri, mientras esta no podía dejar de sonreír. Desde ese día, los pájaros y los animales del bosque formaron una gran amistad, aprendiendo que compartir era la clave para ser felices. Kipu se dio cuenta de que hacer travesuras podía ser divertido, pero ayudar a un amigo era aún mejor. Con su nuevo compromiso, buscó siempre hacer el bien y ser un buen amigo para todos.

Así, Kipu, Ciri, y los pájaros vivieron muchas aventuras juntos, llenando el bosque de alegría, amistad y un poco menos de travesuras.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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