Koko y los canguros del desierto



Hace mucho tiempo, en medio de un inmenso desierto, vivía un esquimal llamado Koko. Koko había llegado allí por error, ya que se había perdido mientras exploraba nuevas tierras lejanas.

A pesar de estar lejos de su hogar en Alaska, Koko siempre llevaba consigo su banjo, el cual tocaba con melancolía mientras recordaba los días felices en su frío y hermoso país.

Una tarde calurosa, mientras caminaba por la ardiente arena del desierto, Koko decidió sentarse a descansar bajo la sombra de una palmera. Sacó su banjo y comenzó a tocar una melodía triste que hablaba de su nostalgia por las vastas llanuras nevadas de Alaska.

De repente, una familia de simpáticos canguros pasaba por allí y se detuvieron al escuchar la música. - ¡Qué bonita canción! -exclamó el pequeño canguro más curioso. Koko se sorprendió al ver a los animales parlantes y saltadores frente a él, pero pronto entablaron una amistad.

Los canguros le contaron historias sobre el desierto y cómo sobrevivían en ese ambiente hostil. A cambio, Koko les habló sobre la nieve blanca como algodón y las luces danzantes del cielo nocturno en Alaska.

Los días pasaban y Koko seguía perdido en el desierto, pero ya no se sentía tan solo gracias a sus nuevos amigos canguros. Juntos exploraban oasis escondidos entre las dunas doradas y compartían risas al caer la noche bajo un manto estrellado.

Un día, mientras buscaban agua fresca en un oasis cercano, encontraron un mapa antiguo que mostraba el camino de regreso a Alaska. Emocionados por la noticia, decidieron emprender juntos el viaje de vuelta al hogar de Koko.

El camino no sería fácil; atravesaron desiertos abrasadores durante el día y noches gélidas bajo un cielo lleno de estrellas brillantes. Pero con valentía y determinación, lograron llegar hasta las heladas tierras del norte donde finalmente encontraron el pequeño iglú de Koko esperándolos.

- ¡Bienvenido a casa! -dijeron los canguros emocionados. Koko abrazó a sus amigos con gratitud y alegría al pisar nuevamente la nieve fresca que tanto extrañaba. El sonido del banjo resonó entre las montañas nevadas mientras celebraban su regreso triunfal.

Desde ese día en adelante, Koko supo que podía encontrar belleza y amistad en cualquier lugar del mundo; solo necesitaba abrir su corazón para descubrirlo. Y así vivieron felices para siempre entre risas, canciones y aventuras sin fin.

FIN.

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