Krampus y el Verdadero Espíritu de la Navidad



Érase una vez, en un pequeño pueblo de los Alpes, donde la nieve cubría cada rincón y las luces de Navidad parpadeaban en cada hogar. Los niños esperaban con ansias la llegada de la Navidad, llenos de ilusión y emoción. Pero, en las sombras de la noche, un espíritu oscuro llamado Krampus acechaba.

Krampus no era el típico duende alegre que se veía junto a Santa Claus. Era una criatura con cuernos largos, piel oscura y unos ojos amarillos que brillaban como estrellas en la oscuridad. La leyenda decía que Krampus llegaba cada Navidad para asustar a aquellos niños que se habían portado mal durante el año. Sin embargo, no todos sabían que había una historia detrás de su maldad.

Una noche, un grupo de niños se reunió alrededor de una chimenea. Estaban hablando sobre los regalos que esperaban recibir y la alegría de la Navidad. Uno de ellos, Tomás, preguntó:

"¿Qué pasa si Krampus viene por nosotros?"

Los otros niños se miraron, atemorizados, y uno de ellos, Lucía, respondió:

"Dicen que solo ataca a los que no creen en la Navidad. Si tenemos fe, estaremos a salvo."

Pero Tomás no estaba convencido. Él quería saber más acerca de la historia de Krampus, así que decidió investigar. La mañana siguiente, salió al bosque y se encontró con un anciano que estaba tallando figuras de madera.

"Hola, señor. ¿Sabe algo sobre Krampus?"

El anciano miró a Tomás y sonrió.

"Ah, Krampus, el guardián del comportamiento. La leyenda dice que muchos años atrás, él era un ángel que cuidaba a los niños. Pero un día, se cansó de la desobediencia y decidió convertirse en el Demonio de la Navidad. Desde entonces, asusta a los niños para recordarles que deben ser buenos."

Tomás escuchó atentamente mientras el anciano continuaba.

"Pero, en el fondo, Krampus busca la alegría de los niños. Él no es solamente malo; está en contra de Santa Claus porque cree que este último olvida la importancia de aprender y crecer."

Intrigado, Tomás se despidió del anciano y volvió al pueblo. Esa noche, mientras todos dormían, él decidió hacer algo diferente: en lugar de temerle a Krampus, quería demostrar que los niños podían cambiar. Escribió una carta dirigida a Krampus.

"Querido Krampus, entiendo que quieres que seamos buenos. Mañana, me mostraré a mí mismo y a mis amigos, ayudando a los demás y haciendo cosas lindas. Espero que nos veas y reconozcas nuestros esfuerzos. ¿Te gustaría unirte a nosotros?"

Tomás dejó la carta en la ventana y se fue a dormir, sin saber si Krampus la leería. Al día siguiente, los niños se unieron a él, recolectando juguetes viejos para donarlos a otros niños que no tenían. Como un acto de bondad, cantaron villancicos por el pueblo y ayudaron a adornar las casas de quienes lo necesitaban.

Esa noche, mientras estaban sentados alrededor de una fogata, un viento frío sopló. De repente, apareció Krampus, con un rostro que parecía menos aterrador y más curioso.

"¿Por qué hacéis esto?" - preguntó con su voz profunda.

Tomás, temblando pero valiente, respondió:

"Queríamos mostrarte que podemos ser buenos. La Navidad no se trata solo de regalos. Se trata de compartir y ayudar. También queremos que entiendas que no estamos en contra de ti. Solo queremos mostrarte el verdadero espíritu de la Navidad."

Krampus, sorprendido, observó cómo los niños se abrazaban y reían. Lentamente, sus cuernos se fueron suavizando y su expresión se tornó más amable.

"Quizás he estado equivocado. Tal vez, la alegría de los niños es lo que realmente necesito recordar."

Desde aquel día, Krampus dejó de ser un espíritu aterrador y se convirtió en el guardián de la bondad, ayudando a aquellos que habían sido buenos y guiando a los que necesitaban un poco de ayuda. Ya no solo se trataba de asustar, sino de unir a los niños en torno al verdadero espíritu de la Navidad.

Tomás, Lucía y sus amigos aprendieron que, a veces, el miedo puede convertirse en amistad y que el verdadero regalo de la Navidad es compartir amor y generosidad con los demás. Y desde entonces, cada Navidad, Krampus también era parte de la celebración.

Y así, cada año, los niños en el pequeño pueblo de los Alpes miraban al cielo, esperando ver a Krampus volar cerca de Santa Claus, ambos trabajando juntos, recordando que la verdadera Navidad es un tiempo de amor, bondad y alegría compartida.

FIN.

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