Krampus y la Navidad Eterna
En un colorido pueblo llamado Villanavidad, los niños esperaban con ansias la llegada de la Navidad. Todos estaban ocupados haciendo listas de regalos y decorando el árbol. Sin embargo, había algunos niños que no se comportaban de la mejor manera. Entre ellos, se encontraban dos hermanos: Sofía y Tomás. Sofía siempre se quejaba y nunca quería compartir sus juguetes, mientras que Tomás hacía bromas pesadas y nunca ayudaba en casa.
Una noche, mientras los hermanos dormían, una sombra oscura se asomó por la ventana. Era Krampus, un viejo amigo de la Navidad, que visitaba a los niños que no habían sido buenos. Krampus tenía un saco enorme y, cuando entró en la habitación, se encontró con los dos hermanos dormidos en el mismo cuarto.
"¡Vaya, qué tenemos aquí!" - murmuró Krampus, mientras los miraba con ojos traviesos.
Al instante, los hermanos se despertaron y se encontraron cara a cara con el misterioso visitante.
"¿Quién sos?" - preguntó Sofía, frotándose los ojos.
"Soy Krampus, vuestro visitante especial esta Navidad. He venido a llevarme a los que no se portan bien", respondió con una voz profunda.
"¡No, por favor!" - imploró Tomás.
"¡No queremos ir!" - añadió Sofía, asustada.
Pero Krampus sonrió de forma enigmática y agitó su mano. De repente, aparecieron luces brillantes y, en un abrir y cerrar de ojos, los hermanos se encontraron en un lugar mágico y nevado, con grandes obras de arte hechas de caramelos y árboles de Navidad que nunca dejaban de brillar.
"Bienvenidos a la Navidad Eterna", dijo Krampus.
"Aquí, aprenderán lo que significa la verdadera alegría navideña."
Sofía y Tomás miraron a su alrededor, atónitos. Todo parecía extraordinario, pero también había algo extraño. Los niños que estaban allí parecían tristes y desanimados.
"¿Por qué están todos tan apagados?" - preguntó Sofía a un pequeño niño que hacía muñecos de nieve.
"No podemos dejar de hacer estas actividades, pero no podemos disfrutar porque no hemos sido buenos. No sabemos compartir, ayudar o ser amables", respondió el niño con un suspiro.
Sofía y Tomás se miraron y, por primera vez, comenzaron a reflexionar sobre su comportamiento.
"Krampus, ¿podemos volver a casa?" - pidió Tomás.
"Seguro, pero primero deben aprender a ser buenos. Aquí tienen la oportunidad de experimentar lo que significa la amistad y la bondad" - respondió Krampus con una sonrisa.
Así que, con la ayuda de Krampus, los hermanos comenzaron a ayudar a los otros niños. Hicieron muñecos de nieve juntos, decoraron galletas y compartieron historias. Cada buen acto que realizaban parecía iluminar un poco más el mágico lugar.
"Esto es divertido!" - exclamó Sofía.
"¡Nunca pensé que ayudar pudiera ser tan gratificante!" - dijo Tomás, sonriendo.
Con cada día que pasaba, los hermanos se sentían más felices. Aprendieron a compartir sus juguetes, a ayudar en casa y a ser amables con los demás. Después de una semana llenos de risas y bondad, Krampus volvió a llevar a Sofía y Tomás a su hogar en Villanavidad.
"¿Están listos para regresar?" - preguntó Krampus.
"¡Sí! ¡Nos prometemos ser mejores!" - respondieron al unísono.
"Recuerden, la Navidad es más que recibir regalos; se trata de compartir amor y bondad con los demás", les susurró Krampus antes de desaparecer en un destello de luz.
Al despertar en sus camas, Sofía y Tomás estaban llenos de energía y alegría. Desde ese día, se comprometieron a ser siempre amables y a ayudar a los demás. Villanavidad se hizo un lugar aún más hermoso, lleno de risas y amor en cada rincón. Y cada Navidad, Krampus venía a visitarlos, no para llevarse a los niños, sino para celebrar juntos el verdadero espíritu de la Navidad
Y así, Sofía y Tomás aprendieron que lo más hermoso de la Navidad no es lo que se recibe, sino lo que se da. La historia de su transformación se convirtió en una leyenda en Villanavidad, recordando a todos que siempre se puede cambiar y hacer el bien. Y Krampus, el amigo travieso de la Navidad, se convirtió en un símbolo de alegría y segundas oportunidades.
FIN.