Kriko, el Gallo Silencioso
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores de colores, un gallo llamado Kriko. Pero había algo que lo hacía diferente a los demás gallos: Kriko no podía cantar. Aunque todos los gallos del pueblo despertaban al amanecer con sus cantos melodiosos, Kriko solo podía hacer un suave croar que lo dejaba un poco triste.
Kriko vivía con su dueño, Don Felipe, un granjero amable que siempre le sonreía y le daba de comer. Don Felipe nunca se quejaba de la falta de canto de Kriko, pero los vecinos sí.
"¿Te das cuenta, Felipe? No podemos soportar más estos amaneceres en silencio. Todos los gallos del pueblo cantan al alba, pero Kriko no!" - le dijo Doña Rosa, una vecina que siempre disfrutaba de su café matutino acompañado del canto de los gallos.
"Pero a Kriko lo quiero mucho, Doña Rosa. Es especial a su manera", respondió Don Felipe con una sonrisa.
Sin embargo, las quejas de los vecinos continuaron. Todos querían que Kriko cantara y se sentían frustrados. Un día, Don Felipe decidió que era hora de ayudar a su amigo.
- “Voy a llevar a Kriko a clases de canto”, pensó Don Felipe. Así que un sábado por la mañana, se puso su sombrero y llevó a Kriko a la ciudad, donde había una maestra de música muy famosa llamada Maestra Clarinete.
- “¡Bienvenido, Kriko! Estoy segura de que con un poco de práctica podrás cantar como los demás gallos”, dijo la maestra al verlo.
Pero por más que Kriko intentaba imitar los sonidos de los otros gallos, solo lograba emitir un ruido gracioso que hacía reír a todos los niños de la clase. Kriko se sintió muy triste y pensó que nunca podría cantar.
- “No puedo hacerlo, no soy como los otros”, susurró Kriko, con la mirada fija en el suelo.
Entonces, la Maestra Clarinete se agachó y le dijo:
- “Kriko, cada uno tiene su propio talento. Tal vez no puedas cantar como ellos, pero eso no significa que no tengas algo especial. ¿Te has dado cuenta de que tu croar es único? Podría ser la base de una nueva canción.”
Kriko levantó la cabeza y miró a la maestra con curiosidad.
- “¿Un nuevo estilo? ”
- “Exacto, ¡vamos a crear algo nuevo! Tal vez tu croar pueda ser parte de una hermosa melodía”.
Decidido a intentarlo, Kriko practicó con la maestra todos los días. Juntos crearon una hermosa canción que combinaba el canto melodioso de otros gallos con el croar único de Kriko. Pronto, Kriko se sintió emocionado, ya que no solo estaba aprendiendo a expresar su talento, sino también a sentirse orgulloso de lo que era.
Después de varias semanas, Don Felipe organizó un concierto en el corral para mostrar el talento de Kriko. Todos los vecinos estaban invitados y llenaron el lugar de alegría y risa.
Cuando llegó el momento del espectáculo, Kriko, emocionado y un poco nervioso, saltó al escenario. - “Ahora, lo haré”, pensó. Y, con la ayuda de algunos de sus amigos gallos, comenzó a cantar su canción. El croar de Kriko se mezclaba con las melodías de los demás y, sorprendentemente, todos se quedaron boquiabiertos.
Al finalizar la canción, un fuerte aplauso llenó el aire. Los vecinos que antes se quejaban ahora estaban maravillados.
- “¡Bravo, Kriko! ¡Esto es genial! ”, gritó Doña Rosa entusiasmada.
- “¡No sabía que podías hacer algo así! ”, agregó otro vecino.
Kriko miró a Don Felipe y luego a la multitud, sintiendo una cálida felicidad. Kriko había encontrado su propia voz y un lugar especial en el corazón de su comunidad. Desde ese día, los vecinos aprendieron a apreciar lo diferente y único que cada uno puede ser, y Kriko se convirtió en un símbolo de diversidad y autoaceptación.
Y así, el gallo que no podía cantar se convirtió en el gallo más famoso del pueblo, demostrando que lo importante no es encajar en un molde, sino encontrar tu propio camino y brillar con luz propia.
FIN.