Kumo y el cachorro valiente



Había una vez en Japón, en la hermosa ciudad de Yokohama, un templo muy especial. Este templo estaba rodeado de altos árboles de bambú y tenía un estanque lleno de nenúfares y peces de colores.

En ese templo vivían varios sacerdotes que se encargaban de cuidar tanto del lugar como de los animales que allí habitaban. Uno de esos animales era un panda llamado Kumo, que había llegado al templo cuando era apenas un bebé.

Kumo era travieso y curioso, le encantaba jugar entre los bambúes y chapotear en el estanque. Pero a pesar de su alegría, siempre se sentía solo.

Los sacerdotes lo cuidaban con cariño, pero él anhelaba tener a alguien con quien compartir sus días. Un día, mientras paseaba por el bosquecillo detrás del templo, Kumo escuchó unos ruiditos extraños. Siguió el sonido hasta llegar a un arbusto donde encontró a un pequeño cachorro perdido.

Sin dudarlo un segundo, decidió llevarlo al templo para cuidarlo junto a los sacerdotes. Al principio, el cachorro estaba asustado y desconfiado, pero poco a poco fue ganando confianza gracias al amoroso cuidado que recibía en el templo.

Kumo se convirtió en su mejor amigo y juntos exploraban cada rincón del lugar. Un día, durante una tormenta fuerte, un rayo cayó sobre uno de los árboles más antiguos del templo dejándolo partido por la mitad y bloqueando la entrada principal.

Los sacerdotes no sabían qué hacer para poder salir o recibir ayuda. "¡Tenemos que buscar una solución rápido!", exclamó uno de los sacerdotes preocupado. "¡No te preocupes! ¡Kumo y yo podemos ayudarlos!", dijo decidido el cachorro.

Los sacerdotes se sorprendieron al escuchar al cachorro hablar pero confiaron en él y Kumo. El panda y el cachorro trabajaron juntos toda la noche moviendo ramas y troncos hasta lograr despejar la entrada del templo.

Al amanecer, los sacerdotes pudieron salir nuevamente al exterior donde fueron recibidos por otros lugareños dispuestos a ayudarlos a reparar los daños causados por la tormenta. Desde ese día, Kumo ya no se sintió solo nunca más.

Había encontrado en aquel valiente cachorro no solo a un amigo fiel sino también a un compañero capaz de superar cualquier adversidad junto a él. Y así continuaron viviendo felices en armonía dentro del hermoso templo rodeado de bambúes verdes y cantos melodiosos provenientes del estanque lleno de vida.

FIN.

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