Kuwei y la Búsqueda de su Amor
En un tiempo lejano, en las estrellas que iluminan el cielo, vivía Kuwei, el Dios supremo del universo. Kuwei era un dios sabio y poderoso, pero había algo que le faltaba: un amor verdadero que le acompañara en sus viajes por los vastos mundos.
Un día, mientras observaba la belleza de la creación, se le ocurrió la idea de moldear a la mujer perfecta. Con sus manos divinas, Kuwei trabajó con cera dorada, dibujando cada rasgo con amor y cuidado. Creó una figura de increíble belleza: ojos que brillaban como estrellas, cabello suave como la brisa y una sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Una vez terminado, Kuwei susurró:
"Eres perfecta, mi amor. Te nombraré Sumi, la estrella de mi vida."
Sin embargo, la felicidad de Kuwei duró poco. Cuando estaba a punto de dar vida a Sumi, un rey samuro, un hombre egoísta y ambicioso, se enteró de la hermosa figura. Lleno de codicia, irrumpió en el templo celestial y robó la figura de cera.
"Esa belleza será mía!" gritó el rey, llevándose a Sumi mientras Kuwei, lleno de tristeza, miraba impotente.
Kuwei decidió que no podía rendirse. Con su corazón lleno de determinación, bajó a la Tierra. Se transformó en un ser humano y comenzó su búsqueda. Se pasó días y noches recorriendo los pueblos, preguntando a cada persona sobre la hermosa figura robada.
Un día, cansado y triste, llegó a un pequeño pueblo donde conoció a una joven llamada Lila. Lila, con su risa contagiosa y su bondad, se convirtió en su amiga. Juntos ayudaban a los aldeanos, reconstruyendo casas y cuidando de los animales. En medio de la amabilidad de Lila, Kuwei comenzó a sanar su corazón.
"¿Por qué estás tan triste, Kuwei?" le preguntó Lila un día, mientras cosechaban flores.
"He perdido algo muy importante para mí," respondió Kuwei. "Una figura que representa el amor perfecto."
"A veces lo que buscamos está más cerca de lo que creemos. El amor no siempre es lo que parece. Tal vez debas encontrarlo en otra parte," sugirió Lila, mirándole con comprensión.
Inspirado por las palabras de Lila, Kuwei decidió regresar a su búsqueda de Sumi, pero con un nuevo enfoque. En lugar de centrarse solo en la figura de cera, comenzó a buscar el verdadero amor en su vida. Con cada amistad que hacía, con cada acto de bondad que mostraba, se daba cuenta de que el amor estaba presente de muchas formas.
Mientras tanto, el rey samuro, insatisfecho con haber robado la figura, la guardó en su castillo. Pero no pudo entender la esencia del amor que Kuwei había impregnado en Sumi. Se dio cuenta de que la figura no era solo un objeto, sino un símbolo del amor que Kuwei otorgaba a su creación.
Una noche, en su castillo, el rey tuvo un sueño donde Kuwei se le presentó. "El amor no se puede poseer, samuro. Solo florece cuando se respeta. Devuelve a Sumi a donde pertenece," le advirtió Kuwei con voz profunda.
El rey, confundido pero tocado por el mensaje, decidió liberar a Sumi. Le dijo:
"Eres hermosa, pero no puedo forzarte a estar conmigo. Te devuelvo a tu creador."
Al amanecer, Sumi regresó al templo celestial. Kuwei, al verla, sintió que su corazón se llenaba de amor.
"Sumi, te he estado buscando. Pero ahora entiendo que el amor no se limita a una figura, sino que se encuentra en cada acto de bondad."
Sumi sonrió, y juntas, Kuwei y Sumi descendieron a la Tierra para seguir el camino de la amistad y el amor verdadero, rodeados de los nuevos amigos que habían hecho en el camino, incluyendo a Lila, quien ya había aprendido la importancia de dar amor a los demás.
Y así, en cada rincón del universo, el amor de Kuwei se expandía, recordando a todos que el verdadero tesoro se encuentra en los lazos que creamos con los demás, y no en la perfección exterior.
Kuwei nunca más se sintió solo, porque el amor verdadero no se trata de poseer, sino de compartir.
"Y así, siempre habrá amor en este vasto universo," susurró Kuwei, mientras sonreía.
Desde ese día, Kuwei y Sumi dedicaron su existencia a promover el amor y la amistad, recordando siempre que la verdadera belleza reside en el corazón y las acciones de cada uno.
FIN.