Kwaheri en la Tierra de los Tango
Kwaheri era un niño valiente que había decidido dejar su hogar en África para buscar aventuras en un lugar nuevo. Su viaje comenzó cuando se escondió en un barco filipino que partía hacia Argentina, un país lejano que siempre había escuchado en las historias de su abuela. Aunque el barco era gigantesco y lleno de extraños, la emoción de lo desconocido lo mantuvo alerta.
Cuando finalmente pisó la tierra argentina, Kwaheri se dio cuenta de que nadie hablaba su idioma. Todo era confuso, pero él tenía un gran deseo de aprender y hacer amigos. Se encontraba en el puerto de Buenos Aires, lleno de ruidos, colores y gente que se movía de un lado para el otro.
Un día, mientras exploraba el lugar, Kwaheri vio a un grupo de chicos jugando al fútbol. Miró emocionado y se acercó. Sin poder hablar español, se atrevió a unirse a ellos.
"¡Hola!" - dijo uno de los chicos llamado Tomás, al verlo acercarse.
"¡Fútbol!" - respondió Kwaheri con una gran sonrisa, señalando la pelota.
Aunque no podían comunicarse con palabras, el juego los unió rápidamente. Kwaheri hizo varios trucos con la pelota, sorprendiendo a todos.
"¿De dónde sos?" - preguntó Tomás, apuntando a Kwaheri.
—"Kwaheri" - respondió el chico, señalándose a sí mismo.
Los otros niños no entendieron al principio, pero aceptaron el nuevo nombre como parte del equipo. Kwaheri, aunque no podía hablar español, comenzó a aprender algunas palabras mientras jugaba.
Días pasaron y cada vez se sentía más parte del grupo. En el colegio, los chicos lo ayudaban a entender lo que los maestros decían. Un día, la profesora de lengua, la señora Marta, se dio cuenta de que Kwaheri había estado mejorando y le pidió que compartiera algo sobre su país.
"Él es de África y su nombre es Kwaheri" - explicó Tomás a la señora Marta.
"¿Qué es lo más lindo de tu hogar?" - le preguntó ella, con una sonrisa.
Kwaheri recordó los paisajes de su tierra, la belleza de la selva y los animales que corren libres. Al ver que sus compañeros no entendían, tomó un lápiz y empezó a dibujar en una hoja de papel. En minutos, tenía un hermoso dibujo de un elefante y un baobab.
"¡Wow!" - exclamaron los niños, asombrados.
"¿Elefante?" - preguntó la señora Marta, mientras miraba el dibujo.
"Sí, grande" - respondió Kwaheri, señalando con sus manos.
Con el tiempo, la clase descubrió la verdadera historia de Kwaheri y el chico se volvió una figura querida entre sus compañeros. Todos querían aprender sobre su cultura. Un día, decidieron organizar un festival en la escuela para celebrar la diversidad. Kwaheri estaba emocionado porque iba a ser su oportunidad de mostrar un poco de su hogar.
El día del festival, cada niño trajo algo especial de su cultura. Kwaheri preparó un delicioso plato de su tierra, el —"ugali" , mientras que Tomás traía empanadas argentinas.
"Vamos a mezclar los sabores, ¡será nuestro platillo!" - dijo Tomás, dándole la mano a Kwaheri.
El festival fue un gran éxito. Los padres, maestros y alumnos disfrutaron de la comida, música y danzas, todo con un espíritu de unidad. A medida que la gente disfrutaba, Kwaheri se dio cuenta de que, aunque era diferente, su viaje lo había llevado a un lugar donde podía ser él mismo y compartir su cultura con otros.
Con cada día que pasaba, Kwaheri se sentía más en casa. Había convertido las dificultades del idioma en puentes hacia la amistad. Así fue como un niño valiente de África encontró su lugar en la tierra de los tangos, demostrando que el amor y la amistad superan cualquier barrera. El juego, el arte y la comida habían unido a dos culturas diferentes de una manera hermosa.
Al final, no importaba de dónde venía. Kwaheri había aprendido que, con un poco de valentía y amistad, siempre se puede encontrar un nuevo hogar.
"¡Kwaheri para siempre!" - gritó al final del festival, lleno de alegría y amor por sus nuevos amigos.
FIN.